lunes, 9 de enero de 2017

LAS GLORIAS DE MARÍA SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO :

10 de enero :

5. A María hemos de recurrir (primera parte) 

Cuánta debe ser nuestra confianza en esta Reina sabiendo lo poderosa que
es ante Dios, y tan rica y llena de misericordia que no hay nadie en la tierra que no
participe y disfrute de la bondad y de los favores de María. Así lo reveló la Virgen
María a santa Brígida: “Yo soy –le dijo la reina del cielo y madre de la misericordiala
alegría de los justos y la puerta para introducir los pecadores a Dios. No hay en la
tierra pecador tan desventurado que se vea privado de la misericordia mía. Porque
si otra gracia por mí no obtuviera, recibe al menos la de ser menos tentado de los
demonios de lo que sería de otra manera. No hay ninguno tan alejado de Dios, a no
ser que del todo estuviese maldito –se entiende con la final reprobación de los
condenados-; ninguno que, si me invocare, no vuelva a Dios y alcance la
misericordia”. Todos me llaman la madre de la misericordia, y en verdad la
misericordia de Dios hacia los hombres me ha hecho tan misericordiosa para con
ellos. Por eso será desdichado y para siempre en la otra vida el que en ésta,
pudiendo recurrir a mí, que soy tan piadosa con todos y tanto deseo ayudar a los
pecadores, infeliz no acude a mí y se condena.
Acudamos, pues, pero acudamos siempre a las plantas de esta dulcísima
reina si queremos salvarnos con toda seguridad. Y si nos espanta y desanima la
vista de nuestros pecados, entendamos que María ha sido constituida reina de la
misericordia para salvar con su protección a los mayores y más perdidos pecadores
que a ella se encomiendan. Éstos han de ser su corona en el cielo como lo declara
su divino esposo: “Ven del Líbano, esposa mía; ven del Líbano, ven y serás
coronada... desde las guaridas de leones, desde los montes de leopardos” (Ct 4, 8).
¿Y cuáles son esas cuevas y montes donde moran esas fieras y monstruos sino los
miserables pecadores cuyas almas se convierten en cubil de los pecados, los
monstruos más deformes que puede haber? Pues bien, comenta el abad Ruperto,
precisamente de estos miserables pecadores salvados por su mediación, oh gran
reina, te verás coronada en el paraíso, ya que su salvación será tu corona, corona
muy apropiada para una reina de misericordia y muy digna de ella. A este propósito,
léase el siguiente ejemplo. (..........)
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