jueves, 19 de enero de 2017

REFLEXIONES PARA CADA DÍA DEL AÑO :

20 de ENERO

“Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”
(Hebreos 10:17).
Una de las verdades contenidas en la Escritura que más satisfacen
al alma es la disposición de Dios para olvidar todos los pecados que han
sido cubiertos por la sangre de Cristo.
Nos llenamos de asombro cuando leemos: “Cuanto está lejos el
Oriente del Occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Sal.
103:12). Es una maravilla que podamos decir con Ezequías: “Echaste tras
tus espaldas todos mis pecados” (Is. 38:17). Todo nuestro ser se sobrecoge
cuando escuchamos al Señor que nos dice: “Yo deshice como una nube tus
rebeliones, y como niebla tus pecados” (Is. 44:22). Pero es aún más
maravilloso leer: “perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de
su pecado” (Jer. 31:34).
Cuando confesamos nuestros pecados, Dios no solamente nos
perdona, sino que también los olvida instantáneamente. No es exagerado
decir que el Salvador sepulta inmediatamente nuestros pecados en el mar de
Su olvido. Esto se ilustra bien con la experiencia de un creyente que tenía
un reñido combate contra un pecado que lo dominaba. En un momento de
debilidad, se rindió a la tentación. Apresurándose a entrar en la presencia
del Señor, dejó escapar estas palabras: “Señor, lo he hecho una vez más”.
Enseguida imaginó que el Señor le decía, “¿Qué es lo que has hecho una vez
más?” El asunto es que en una fracción de segundo, después de la
confesión, Dios ya lo había olvidado.
Es toda una paradoja cautivadora que el Dios omnisciente pueda
olvidar. Por una parte, nada escapa a Su conocimiento. Cuenta las estrellas
y las nombra, enumera nuestras caídas y lágrimas. Determina cuándo un
gorrión cae a tierra, y sabe cuántos son los cabellos de nuestra cabeza. Y a
pesar de todo, olvida aquellos pecados que se confiesan y abandonan.
David Seamands decía: “yo no sé cómo la omnisciencia divina puede
olvidar, pero sé que lo hace”.
¡Un detalle más! Se ha dicho bien que cuando Dios perdona y
olvida, coloca un letrero que dice: “Coto de Pesca”. Me está prohibido
pescar mis propios pecados pasados o los pecados de otros que Dios ya ha
olvidado. En este respecto debemos tener una pobre memoria y una buena
capacidad para olvidar.
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