sábado, 14 de enero de 2017

ESCRITOS DE SANTA CLARA DE ASÍS : 

Gracias Santa Clara de Asís , por las gracias y bendiciones recibidas por tu intercesión , y por los que vamos a recibir todos y cada uno , y donde llegue este mensaje . Amén 

CUARTA CARTA A INÉS DE PRAGA ( 4CtaCl)
A quien es la mitad de su alma y el cofre que guarda el singular amor de su corazón, a la ilustre reina,
esposa del Cordero, el Rey eterno, a la señora Inés, su amadísima madre y especial hija suya entre todas las
demás: Clara, indigna sierva de Cristo y esclava inútil de sus esclavas que moran en el monasterio de
San Damián de Asís, le desea salud, y que, con las demás santísimas vírgenes, cante el cántico nuevo ante
el trono de Dios y del Cordero, y siga al Cordero dondequiera que vaya (cf. Ap 14, 3-4).
¡Oh madre e hija, esposa (cf. Mt 12,50; 2Cor 11,2) del Rey de todos los siglos! Aunque no te haya
escrito tan frecuentemente como lo desean y en cierto modo lo anhelan a la par tu alma y la mía,
no te extrañes de ello, ni creas en modo alguno que el fuego del amor que te tengo arde con menos fuerza en las
entrañas de tu madre.
La razón de ello ha sido que me lo han impedido la falta de mensajeros y el peligro
manifiesto de los caminos. Pero ahora, al escribir a tu caridad, salto de gozo y exulto contigo con el gozo
del espíritu (cf. 1Tes 1,6)57
,porque tú, esposa de Cristo, renunciando a todas las vanidades de este mundo,
te has desposado admirablemente –cual otra virgen santísima, santa Inés–, con el Cordero inmaculado (1Pe
1,19), que quita los pecados del mundo (Jn 1,29),
Dichosa, en verdad,
aquella a la que se le ha dado gozar
de este sagrado banquete (cf. Lc. 14,15; Ap 19,9),
y apegarse
con todas las fibras del corazón a aquel
cuya belleza
admiran sin cesar
todos los bienaventurados ejércitos celestiales
;cuyo amor enamora , cuya contemplación reanima,
cuya benignidad llena,
cuya suavidad colma,
cuyo recuerdo ilumina suavemente,
cuyo perfume hará revivir a los muertos
,cuya visión gloriosa hará dichosos
a todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial (cf. Ap 21,2.10):
él es esplendor de la gloria eterna (cf. Heb 1,3),
reflejo de la luz perpetua
y espejo sin mancha (Sab 7,26).
Mira, pues, diariamente este espejo, oh reina, esposa de Jesucristo, y observa constantemente en él tu
rostro, para que puedas así engalanarte toda entera, interior y exteriormente, envuelta y ceñida con
variedad de galas (Sal 44,10), y adornada, como corresponde a la hija y esposa amadísima del Rey sumo,
con las flores y los vestidos de todas las virtudes
. Pues bien, en este espejo resplandecen la
bienaventurada pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como lo podrás contemplar, con la gracia de
Dios, en todo el espejo.
Mira atentamente –te digo– en el comienzo de este espejo, a la pobreza de aquél que fue colocado en
un pesebre y envuelto en pañales (cf. Lc 2,12). 20 ¡Oh admirable humildad, oh asombrosa pobreza!, el
Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra (cf. Mt 11,25), es colocado en un pesebre. Y en el
centro del espejo considera la humildad, y de nuevo la bienaventurada pobreza y los múltiples trabajos y penalidades que él soportó por la redención del género humano. Y al final del mismo espejo contempla
la inefable caridad con la que quiso padecer en el leño de la cruz y morir en él de la más infame de las
muertes.
Por eso, el mismo espejo, colgado en el árbol de la cruz, amonestaba a los que pasaban sobre lo que allí
habían de considerar, diciendo : ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay
dolor como mi dolor! (Lam 1,12). Respondamos a una voz, con un sólo espíritu, a quien así clama y
gime : ¡Lo tendré siempre en mi memoria, y mi alma se derretirá dentro de mí! (Lam 3,20). Que tú, oh
reina del Rey celestial, puedas ir inflamándote cada vez más vivamente con el ardor de esta caridad.
Contemplando además sus indecibles delicias, sus riquezas y honores perpetuos y suspirando con el
deseo y el amor ardientes de tu corazón, proclama:
¡Llévame en pos de ti,correremos tras el olor de tus perfumes (Ct 1,3), esposo celestial! Correré, y no desfalleceré,
hasta que me introduzcas en la bodega (Ct 2,4), hasta que tu izquierda esté bajo mi cabeza y tu derecha me abrace felizmente (cf. Ct 2,6; 8,3),
y me beses con el felicísimo beso de tu boca (cf. Ct 1,1).
Estando en esta contemplación, acuérdate de tu pobrecilla madre, sabiendo que yo he grabado indeleblemente en las tablas de mi corazón (cf. Prov 3,3; 2Cor 3,3) el feliz recuerdo que tengo de ti, al tenerte por la más amada de todos. ¿Qué más? Guarde silencio la lengua de carne y hable la lengua del espíritu de mi amor a ti, porque el amor que te tengo, oh hija bendita, la lengua de la carne no podría en modo alguno expresarlo más
perfectamente de lo que imperfectamente te he escrito
.Te ruego que lo acojas benigna y devotamente
,viendo en ello al menos el afecto materno que con caridad ardiente siento a diario por ti y tus hijas, a las que
te pido nos encomiendes encarecidamente a mí y a mis hijas en Cristo. También mis hijas, sobre todo la
prudentísima virgen Inés, nuestra hermana, se encomiendan en el Señor, cuanto pueden, a ti y a tus hijas.
Adiós, amadísima hija, a ti y a tus hijas; hasta el trono de gloria del gran Dios (cf. Tit 2,13), y orad por
nosotras.Por las presentes encomiendo a tu caridad, cuanto puedo, a nuestros queridos hermanos Amado, amado
de Dios y de los hombres (cf. Eclo 45,1), y Buen augurio, portadores de estas letras. Amén
La imagen puede contener: 2 personas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario