lunes, 23 de enero de 2017

BIOGRAFÍA COMPLETA DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY , patrono de los Sacerdotes 

1786-1859

Fiesta 4 de Agosto

Compartimos con ustedes hermanos la Biografía Completa de san Juan María Bautista Vianney , en agradecimiento por las gracias y los milagros que hemos recibido por su intercesión , y por los que vamos a recibir , todos y cada uno . Amén

UNA GRAN VIRTUD: LA CARIDAD

Ars no poseía escuelas dignas de este nombre, “No había ni maestro ni maestra; en invierno,
llamaban a un maestro forastero, y todos, niños y niñas acudían a una misma clase, lo que
disgustaba mucho al Señor Cura”. Así fue, que se tomó la resolución de que habría dos escuelas
en Ars. Quería tener buenas escuelas en el pueblo y para comenzar abrió una escuela gratis
para niñas desamparadas a la que llamó " La Providencia". Desde 1827 recibió como internas
solo a niñas destituidas. Para ellas tenía que encontrar comida y más de una vez intervino el
Señor milagrosamente, multiplicando el grano o la harina. Durante 20 años iba todos los días a
cenar a esta casa.
¿Pero qué iba a pasar con las niñas? De 1820 a 1823, el Rdo. Vianney maduraba el proyecto,
mientras distintas personas del pueblo hacían esfuerzos por enseñarles lo básico a las
pequeñas. Ya había reunido algunos recursos, y ya había elegido a las que serían las maestras,
en la misma parroquia, y que serían dos jovenes de Ars: Catalina Lassagne y Benita Lardet.
Ambas jovencitas se dedicaban al trabajo de campo, y no contaban con los estudios necesarios
para el cargo de un nuevo colegio; por tanto, San Juan María Vianney las envió a Fareins en
1823, pagándoles la pensión en la casa de las religiosas de San José. En marzo de ese mismo
año, el santo cura Vianney compró una casa, llamada en los documentos Maison Givre,
edificada junto al crucero de la iglesia.
Para financiar esa compra, acudió a la caridad de los fieles de Ars, y también donó sus propios
bienes, pues había heredado bienes de manos de su padre, Mateo Vianney, que falleció el 8 de
Julio de 1819. La casa no era lujosa, era más bien pequeña, de planta baja, con una única sala,
y en el piso dos habitaciones pequeñas, que en el futuro hospedaron a más de 30 niñas junto a
las maestras..
La escuela gratuita para niñas inició sus clases en noviembre de 1824 en el centro de Ars; bajo
la dirección de Catalina Lassagne y Benita Lardet. Juana-María Chanay, de Jassens, de 26 años
de edad en aquel entonces, fue a Ars para ayudar a las jovenes directoras, y como contaba con
menos formación y menos tacto, se dedicó a enseñar trabajos manuales, costura, y además
como cocinera y lavandera de aquel monasterio al aire libre
“La Providence” se convertiría en el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por
todo el territorio nacional. Era el mismo Cura de Ars quien instruyera personalmente a las niñas
en el catecismo; sus enseñanzas catequéticas fueron tan populares que al final se impartían a
grandes multitudes todos los días en la Iglesia.
Es en esta fundación donde se manifestó plenamente las dotes humanas y caritativas del Santo
Cura de Ars, aquella casita que, sin plan determinado alguno, en brazos exclusivamente de la
caridad, fundó el señor cura para acoger a las pobres huerfanitas de los contornos. Entre los
documentos humanos más conmovedores, por su propia sencillez y cariño, se contarán siempre
las Memorias que Catalina Lassagne escribió sobre el Santo Cura. A ella le puso al frente de la
obra y allí estuvo hasta que, quien tenía autoridad para ello, determinó que las cosas se hicieran
de otra manera. Pero la misma reacción del Santo mostró entonces hasta qué punto convivían en
él, junto a un profundo sentido de obediencia rendida, un no menor sentido de humanísima
ternura. Por lo demás, si alguna vez en el mundo se ha contado un milagro con sencillez, fue
cuando Catalina narró para siempre jamás lo que un día en que faltaba harina le ocurrió a ella.
Consultó al señor cura e hizo que su compañera se pusiera a amasar, con la más candorosa
simplicidad, lo poquito que quedaba y que ciertamente no alcanzaría para cuatro panes.
«Mientras ella amasaba, la pasta se iba espesando. Ella añadía agua. Por fin estuvo llena la
amasadera, y ella hizo una hornada de diez grandes panes de 20 a 22 libras». Lo bueno es que,
cuando acuden emocionadas las dos mujeres al señor cura, éste se limita a exclamar: «El buen
Dios es muy bueno. Cuida de sus pobres».
Es “La Providence” aquella obra donde aquel cura párroco de Ars, corona la gran virtud de la
caridad; la lástima que le causaban aquellas niñas huérfanas, pobres e ignorantes hizo que su
corazón se entregara totalmente a dar una ayuda que solo Dios sabe, cambió la vida de las
menores para introducirlas como verdaderas hijas de Dios en una sociedad hostil y
discriminadora, aparte de llenar no solo sus estómagos, sino su espíritu con la palabra de Dios
salida de su boca en las innumerables catequesis que solo él podía atender con tanto acierto.
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