ESCRITOS DE SANTA CLARA DE ASÍS :
Gracias Santa Clara de Asís , por las gracias y bendiciones recibidas por tu intercesión , y por los que vamos a recibir todos y cada uno , y donde llegue este mensaje . Amén
3. TERCERA CARTA
A INÉS DE PRAGA ( =3CtaCl)
A la hermana Inés, su respetabilísima señora en Cristo y digna de su amor más que todos los mortales,
hermana del ilustre rey de Bohemia, pero ahora hermana
y esposa (cf. Mt 12,50; 2Cor 11,2) del supremo
Rey de los cielos,
Clara, humildísima e indigna esclava de Cristo y sierva de las Damas Pobres, le desea
los gozos de la salvación en el autor de la misma (cf. Heb 2,10), y todo lo mejor que pueda desearse.
Son tan grandes el gozo de que estoy llena y la alegría que respiro en el Señor, por tu buena salud,
porque eres feliz y por los éxitos conseguidos
–que, según creo, te han llenado de vigor en el camino
emprendido para alcanzar el premio celestial (cf. Fil 3,14)–,
cuanto lo es mi conocimiento y convicción de
que tú suples maravillosamente mis deficiencias y las de mis otras hermanas en el seguimiento de las
huellas de Jesucristo (cf. 1Pe 2,21) pobre y humilde.Realmente puedo alegrarme, y nadie podrá privarme de tanto gozo, porque, teniendo ya lo que anhelé
tener bajo el cielo, veo que tú, sostenida por una admirable prerrogativa de la sabiduría que proviene de la
boca misma de Dios, triunfas, de modo asombroso e impensable, sobre las astucias del sagaz enemigo,
sobre la soberbia que arruina la naturaleza humana y la vanidad que vuelve fátuos los corazones de los
hombres; y porque veo también que con la humildad, el vigor de la fe y los brazos de la pobreza abrazas el
tesoro incomparable, escondido en el campo del mundo (cf. Mt 13,44) y de los corazones de los hombres,
con el que se compra a aquel que hizo todas las cosas de la nada (cf. Jn 1,3); y, porque, por decirlo con las mismas palabras del Apóstol, te considero cooperadora del mismo Dios y sostenedora de los miembros de su Cuerpo inefable que caen (cf. 1Cor 3,9).¿Quién podrá, por consiguiente, decirme que yo no goce de tantas y tan admirables alegrías? Alégrate, pues, siempre en el Señor (Fil 4,4) también tú, queridísima, y no dejes que te envuelva tiniebla
alguna ni amargura, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los ángeles y corona (cf. Fil 4,1) de las
hermanas; pon tu mente en el espejo de la eternidad,
pon tu alma en el esplendor de la gloria (cf. Heb 1,3),
pon tu corazón en la figura de la divina sustancia
(cf. Heb 1,3),
y transfórmate toda entera, por la contemplación,
en imagen de su divinidad (cf. 2Cor 3,18),
para que así sientas también tú lo que sienten los amigos al saborear la dulzura escondida (cf. Sal
30,20) que el mismo Dios ha reservado desde el principio para los que le aman (cf. 1Cor 2,9). Y dejando a
un lado absolutamente todo lo que en este mundo engañoso e inestable tiene atrapados a los que ciegamente
lo aman, ama con todo tu ser a aquel que totalmente se entregó por tu amor, cuya belleza admiran el sol
y la luna , y cuyos premios y su preciado valor y grandeza no tienen fin (cf. Sal 144,3); ama a aquel –te
digo– que es el Hijo del Altísimo, a quien dio a luz la Virgen, que después del parto siguió siendo virgen.
Apégate a su dulcísima Madre, que engendró un tal Hijo, al que no podían contener los cielos (cf. 3Re
8,27; 2Cron 2,6), y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su vientre sagrado, y lo llevó en
su seno de doncella . ¿Quién no detestará las asechanzas del enemigo de los hombres, que, por el fasto de unas glorias
pasajeras y engañosas, trama reducir a la nada aquello que es mayor que el cielo?
Pues está claro que, por
la gracia de Dios, la más noble de sus criaturas, el alma del hombre fiel, es mayor que el cielo,
porque los
cielos, con las demás criaturas, no pueden contener a su Creador (cf. 2Cron 2,6; 1Re 8,27), y, sin embargo,
el alma fiel sola es su morada y su sede (cf. Jn 14,23); y esto sólo por la caridad, de la que carecen los
impíos, porque, como dice la Verdad: Al que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo, y vendremos a él
y haremos morada en él (Jn 14,21.23).
Como la gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente [en su seno], así también tú,
siguiendo sus huellas (cf. 1Pe 2,21), principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes, sin lugar a
dudas, llevarlo siempre espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal, conteniendo en ti a aquel que te
contiene a ti y a todos las cosas (cf. Sab 1,7; Col 1,17), y poseyendo aquello que poseerás más firmemente
que todas las posesiones pasajeras de este mundo. 27 En esto se engañan ciertos reyes y reinas mundanos,
pues, aunque su soberbia llegara hasta el cielo y su cabeza tocara las nubes, al final se perderán
convertidos en estiércol (Job 20,6-7; cf. Is 13,11-15).
Paso ahora a responder a tu caridad a las cuestiones que me pediste que te aclarara, es decir, cuáles
son las fiestas que –según considero, es lo que en cierto modo tú piensas– nuestro gloriosísimo padre san
Francisco nos aconsejó que celebráramos especialmente con variedad de manjares. Sepa, pues, tu
prudencia que, exceptuadas las débiles y las enfermas, para con las cuales nos aconsejó y ordenó que procediéramos con toda la discreción posible, proporcionándoles todo tipo de alimentos, ninguna de
nosotras que esté sana y fuerte debería tomar, tanto en los días feriales como en los festivos, sino comidas
cuaresmales, ayunando todos los días, excepto los domingos y el día de Navidad, en los que deberíamos
comer dos veces al día; y los jueves, en los tiempos acostumbrados, cada una podría proceder según su
voluntad, de modo que no estaría obligada a ayunar quien no quisiera hacerlo. Sin embargo, nosotras las
sanas ayunamos todos los días, excepto los domingos y el día de Navidad.
Y, según lo que dice un escrito del bienaventurado Francisco, tampoco estamos obligadas a ayunar en
todas las Pascuas, ni en las fiestas de Santa María y de los santos Apóstoles, a no ser que estas fiestas caigan
en viernes; pero, como queda dicho, las que estamos sanas y fuertes tomamos siempre comidas
cuaresmales.Mas, como nuestra carne no es de bronce, ni nuestra resistencia es la de las piedras (Job 6,12), 39 sino
que, por el contrario, somos frágiles y débiles corporalmente
,te ruego y suplico, en el Señor, amadísima,
que desistas, sabia y discretamente, del indiscreto e imposible rigor de las abstinencias que, según he sabido,
te has propuesto para que viviendo alabes al Señor (cf. Is 38,19; Eclo 17,27) y le ofrezcas tu culto
espiritual (Rom 12,1) y tu sacrificio sazonado siempre con sal (cf. Lev 2,13; Col 4,6) . Que te vaya siempre bien en el Señor, cosa que a mí misma me deseo; y encomiéndanos en tus santas
oraciones, a mí y a mis hermanas.
Gracias Santa Clara de Asís , por las gracias y bendiciones recibidas por tu intercesión , y por los que vamos a recibir todos y cada uno , y donde llegue este mensaje . Amén
3. TERCERA CARTA
A INÉS DE PRAGA ( =3CtaCl)
A la hermana Inés, su respetabilísima señora en Cristo y digna de su amor más que todos los mortales,
hermana del ilustre rey de Bohemia, pero ahora hermana
y esposa (cf. Mt 12,50; 2Cor 11,2) del supremo
Rey de los cielos,
Clara, humildísima e indigna esclava de Cristo y sierva de las Damas Pobres, le desea
los gozos de la salvación en el autor de la misma (cf. Heb 2,10), y todo lo mejor que pueda desearse.
Son tan grandes el gozo de que estoy llena y la alegría que respiro en el Señor, por tu buena salud,
porque eres feliz y por los éxitos conseguidos
–que, según creo, te han llenado de vigor en el camino
emprendido para alcanzar el premio celestial (cf. Fil 3,14)–,
cuanto lo es mi conocimiento y convicción de
que tú suples maravillosamente mis deficiencias y las de mis otras hermanas en el seguimiento de las
huellas de Jesucristo (cf. 1Pe 2,21) pobre y humilde.Realmente puedo alegrarme, y nadie podrá privarme de tanto gozo, porque, teniendo ya lo que anhelé
tener bajo el cielo, veo que tú, sostenida por una admirable prerrogativa de la sabiduría que proviene de la
boca misma de Dios, triunfas, de modo asombroso e impensable, sobre las astucias del sagaz enemigo,
sobre la soberbia que arruina la naturaleza humana y la vanidad que vuelve fátuos los corazones de los
hombres; y porque veo también que con la humildad, el vigor de la fe y los brazos de la pobreza abrazas el
tesoro incomparable, escondido en el campo del mundo (cf. Mt 13,44) y de los corazones de los hombres,
con el que se compra a aquel que hizo todas las cosas de la nada (cf. Jn 1,3); y, porque, por decirlo con las mismas palabras del Apóstol, te considero cooperadora del mismo Dios y sostenedora de los miembros de su Cuerpo inefable que caen (cf. 1Cor 3,9).¿Quién podrá, por consiguiente, decirme que yo no goce de tantas y tan admirables alegrías? Alégrate, pues, siempre en el Señor (Fil 4,4) también tú, queridísima, y no dejes que te envuelva tiniebla
alguna ni amargura, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los ángeles y corona (cf. Fil 4,1) de las
hermanas; pon tu mente en el espejo de la eternidad,
pon tu alma en el esplendor de la gloria (cf. Heb 1,3),
pon tu corazón en la figura de la divina sustancia
(cf. Heb 1,3),
y transfórmate toda entera, por la contemplación,
en imagen de su divinidad (cf. 2Cor 3,18),
para que así sientas también tú lo que sienten los amigos al saborear la dulzura escondida (cf. Sal
30,20) que el mismo Dios ha reservado desde el principio para los que le aman (cf. 1Cor 2,9). Y dejando a
un lado absolutamente todo lo que en este mundo engañoso e inestable tiene atrapados a los que ciegamente
lo aman, ama con todo tu ser a aquel que totalmente se entregó por tu amor, cuya belleza admiran el sol
y la luna , y cuyos premios y su preciado valor y grandeza no tienen fin (cf. Sal 144,3); ama a aquel –te
digo– que es el Hijo del Altísimo, a quien dio a luz la Virgen, que después del parto siguió siendo virgen.
Apégate a su dulcísima Madre, que engendró un tal Hijo, al que no podían contener los cielos (cf. 3Re
8,27; 2Cron 2,6), y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su vientre sagrado, y lo llevó en
su seno de doncella . ¿Quién no detestará las asechanzas del enemigo de los hombres, que, por el fasto de unas glorias
pasajeras y engañosas, trama reducir a la nada aquello que es mayor que el cielo?
Pues está claro que, por
la gracia de Dios, la más noble de sus criaturas, el alma del hombre fiel, es mayor que el cielo,
porque los
cielos, con las demás criaturas, no pueden contener a su Creador (cf. 2Cron 2,6; 1Re 8,27), y, sin embargo,
el alma fiel sola es su morada y su sede (cf. Jn 14,23); y esto sólo por la caridad, de la que carecen los
impíos, porque, como dice la Verdad: Al que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo, y vendremos a él
y haremos morada en él (Jn 14,21.23).
Como la gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente [en su seno], así también tú,
siguiendo sus huellas (cf. 1Pe 2,21), principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes, sin lugar a
dudas, llevarlo siempre espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal, conteniendo en ti a aquel que te
contiene a ti y a todos las cosas (cf. Sab 1,7; Col 1,17), y poseyendo aquello que poseerás más firmemente
que todas las posesiones pasajeras de este mundo. 27 En esto se engañan ciertos reyes y reinas mundanos,
pues, aunque su soberbia llegara hasta el cielo y su cabeza tocara las nubes, al final se perderán
convertidos en estiércol (Job 20,6-7; cf. Is 13,11-15).
Paso ahora a responder a tu caridad a las cuestiones que me pediste que te aclarara, es decir, cuáles
son las fiestas que –según considero, es lo que en cierto modo tú piensas– nuestro gloriosísimo padre san
Francisco nos aconsejó que celebráramos especialmente con variedad de manjares. Sepa, pues, tu
prudencia que, exceptuadas las débiles y las enfermas, para con las cuales nos aconsejó y ordenó que procediéramos con toda la discreción posible, proporcionándoles todo tipo de alimentos, ninguna de
nosotras que esté sana y fuerte debería tomar, tanto en los días feriales como en los festivos, sino comidas
cuaresmales, ayunando todos los días, excepto los domingos y el día de Navidad, en los que deberíamos
comer dos veces al día; y los jueves, en los tiempos acostumbrados, cada una podría proceder según su
voluntad, de modo que no estaría obligada a ayunar quien no quisiera hacerlo. Sin embargo, nosotras las
sanas ayunamos todos los días, excepto los domingos y el día de Navidad.
Y, según lo que dice un escrito del bienaventurado Francisco, tampoco estamos obligadas a ayunar en
todas las Pascuas, ni en las fiestas de Santa María y de los santos Apóstoles, a no ser que estas fiestas caigan
en viernes; pero, como queda dicho, las que estamos sanas y fuertes tomamos siempre comidas
cuaresmales.Mas, como nuestra carne no es de bronce, ni nuestra resistencia es la de las piedras (Job 6,12), 39 sino
que, por el contrario, somos frágiles y débiles corporalmente
,te ruego y suplico, en el Señor, amadísima,
que desistas, sabia y discretamente, del indiscreto e imposible rigor de las abstinencias que, según he sabido,
te has propuesto para que viviendo alabes al Señor (cf. Is 38,19; Eclo 17,27) y le ofrezcas tu culto
espiritual (Rom 12,1) y tu sacrificio sazonado siempre con sal (cf. Lev 2,13; Col 4,6) . Que te vaya siempre bien en el Señor, cosa que a mí misma me deseo; y encomiéndanos en tus santas
oraciones, a mí y a mis hermanas.
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