ESCRITOS DE SANTA CLARA DE ASÍS :
Gracias Santa Clara de Asís , por las gracias y bendiciones recibidas por tu intercesión , y por los que vamos a recibir todos y cada uno , y donde llegue este mensaje . Amén
REGLA DE SANTA CLARA , PROYECTO DE VIDA :
TESTAMENTO : (segunda parte) :
24Después que el altísimo Padre celestial se dignó iluminar con su misericordia y su gracia mi corazón para que, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de nuestro bienaventurado padre Francisco, yo hiciera penitencia, 25poco después de su conversión, junto con las pocas hermanas que el Señor me había dado poco después de mi conversión, le prometí voluntariamente obediencia, 26según la luz de su gracia que el Señor nos había dado por medio de su admirable vida y enseñanza. 27Y el bienaventurado Francisco, considerando que si bien éramos frágiles y débiles según el cuerpo, no rehusábamos ninguna necesidad, pobreza, trabajo, tribulación o menosprecio y desprecio del siglo, 28antes al contrario, los teníamos por grandes delicias, como a ejemplo de los santos y de sus hermanos había comprobado frecuentemente en nosotras, se alegró mucho en el Señor; 29y movido a piedad hacia nosotras, se obligó con nosotras a tener siempre, por sí mismo y por su Religión, un cuidado amoroso y una solicitud especial de nosotras como de sus hermanos. 30Y así, por voluntad de Dios y de nuestro bienaventurado padre Francisco, fuimos a morar junto a la iglesia de San Damián, 31donde el Señor, en poco tiempo, nos multiplicó por su misericordia y gracia, para que se cumpliera lo que el Señor había predicho por su Santo; 32pues antes habíamos permanecido en otro lugar, aunque por poco tiempo. 33Después, escribió para nosotras una forma de vida, sobre todo para que perseveráramos siempre en la santa pobreza. 34Y no se contentó con exhortarnos durante su vida con muchas palabras y ejemplos al amor de la santísima pobreza y a su observancia, sino que nos entregó varios escritos para que, después de su muerte, de ninguna manera nos apartáramos de ella, 35como tampoco el Hijo de Dios, mientras vivió en el mundo, jamás quiso apartarse de la misma santa pobreza. 36Y nuestro bienaventurado padre Francisco, habiendo imitado sus huellas (cf. 1 Pe 2,21), su santa pobreza que había elegido para sí y para sus hermanos, no se apartó en absoluto de ella mientras vivió, ni con su ejemplo ni con su enseñanza. 37Así pues, yo, Clara, sierva, aunque indigna, de Cristo y de las hermanas pobres del monasterio de San Damián, y plantita del santo padre, considerando con mis otras hermanas nuestra profesión tan altísima y el mandato de tan gran padre, 38y también la fragilidad de las otras, fragilidad que nos temíamos en nosotras mismas después de la muerte de nuestro padre san Francisco, que era nuestra columna y nuestro único consuelo después de Dios, y nuestro apoyo, 39una y otra vez nos obligamos voluntariamente a nuestra señora la santísima pobreza, para que, después de mi muerte, las hermanas que están y las que han de venir de ninguna manera puedan apartarse de ella. 40Y así como yo siempre he sido diligente y solícita en guardar y hacer guardar por las otras la santa pobreza que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre Francisco, 41así también aquellas que me sucedan en el oficio estén obligadas hasta el fin a guardar y a hacer guardar, con el auxilio de Dios, la santa pobreza. 42Más aún, para mayor cautela me preocupé de hacer corroborar nuestra profesión de la santísima pobreza, que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre, con los privilegios del señor papa Inocencio, en cuyo tiempo comenzamos, y de otros sucesores suyos, 43para que de ninguna manera nos apartáramos nunca de ella. 44Por lo cual, de rodillas y postrada en cuerpo y alma, recomiendo todas mis hermanas, las que están y las que han de venir, a la santa madre Iglesia Romana, al sumo Pontífice y, de manera especial, al señor cardenal que fuere designado para la Religión de los Hermanos Menores y para nosotras, 45a fin de que, por amor de aquel Dios que pobre fue acostado en un pesebre (cf. Lc 2,12), pobre vivió en el siglo y desnudo permaneció en el patíbulo, 46haga que siempre su pequeña grey (cf. Lc 12,32), que el Señor Padre engendró en su santa Iglesia por medio de la palabra y el ejemplo de nuestro bienaventurado padre san Francisco para seguir la pobreza y humildad de su amado Hijo y de la gloriosa Virgen su Madre, 47guarde la santa pobreza que hemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre san Francisco, y se digne animarlas y conservarlas siempre en ella. 48Y así como el Señor nos dio a nuestro bienaventurado padre Francisco como fundador, plantador y ayuda nuestra en el servicio de Cristo y en las cosas que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre, 49quien también, mientras vivió, se preocupó siempre de cultivarnos y animarnos con la palabra y el ejemplo a nosotras, su plantita, 50así recomiendo y confío mis hermanas, las que están y las que han de venir, al sucesor de nuestro bienaventurado padre Francisco y a toda la Religión, 51a fin de que nos ayuden a progresar siempre hacia lo mejor para servir a Dios y, de manera especial, para guardar mejor la santísima pobreza. 52Y si en algún tiempo ocurriera que dichas hermanas abandonaran el mencionado lugar y se trasladaran a otro, que estén, sin embargo, obligadas, dondequiera que se encuentren después de mi muerte, a guardar la sobredicha forma de pobreza, que hemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre Francisco. 53Con todo, tanto la que esté entonces en el oficio [la abadesa] como las otras hermanas sean solícitas y providentes para que, en torno del sobredicho lugar, no adquieran o reciban más terreno del que exija la extrema necesidad como huerto para cultivar hortalizas. 54Y si en algún lugar conviniera tener más tierra fuera de la cerca del huerto, para el decoro y aislamiento del monasterio, no permitan que se adquiera ni tampoco reciban sino cuanto exija la extrema necesidad; 55y que esa tierra no se cultive ni se siembre en absoluto, sino que permanezca siempre baldía e inculta. 56Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a todas mis hermanas, las que están y las que han de venir, que se apliquen siempre con esmero a imitar el camino de la santa simplicidad, humildad, pobreza, y también el decoro del santo comportamiento religioso, 57tal como desde el inicio de nuestra conversión nos lo han enseñado Cristo y nuestro bienaventurado padre Francisco. 58A causa de lo cual, 59Y amándoos mutuamente con la caridad de Cristo,
mostrad exteriormente por las obras el amor que tenéis
interiormente, 60para que, estimuladas por este ejemplo, las
hermanas crezcan siempre en el amor de Dios y en la mutua
caridad.
61Ruego también a aquella que tenga en el futuro el oficio de las
hermanas que se aplique con esmero a presidir a las otras más por
las virtudes y las santas costumbres que por el oficio, 62de tal
manera que sus hermanas, estimuladas por su ejemplo, la
obedezcan no tanto por el oficio, cuanto más bien por amor. 63Sea
también próvida y discreta para con sus hermanas, como una
buena madre con sus hijas, 64y, de manera especial, que se
aplique con esmero a proveerlas, de las limosnas que el Señor les
dará, según la necesidad de cada una. 65Sea también tan benigna
y afable, que puedan manifestarle tranquilamente sus necesidades,
66y recurrir a ella confiadamente a cualquier hora, como les
parezca conveniente, tanto para sí como para sus hermanas.
67Mas las hermanas que son súbditas recuerden que, por Dios,
negaron sus propias voluntades. 68Por eso, quiero que obedezcan
a su madre, como lo han prometido al Señor, con una voluntad
espontánea, 69para que su madre, viendo la caridad, humildad y
unión que tienen entre ellas, lleve más ligeramente toda la carga
que por razón del oficio soporta, 70y lo que es molesto y amargo,
por el santo comportamiento religioso de ellas se le convierta en
dulzura.
71Y porque son estrechos el camino y la senda, y es angosta la
puerta por la que se va y se entra en la vida, son pocos los que
caminan y entran por ella (cf. Mt 7,14); 72y si hay algunos que
durante un cierto tiempo caminan por la misma, son poquísimos los
que perseveran en ella. 73¡Bienaventurados de veras aquellos a
quienes les es dado caminar por ella y perseverar hasta el fin (cf. Mt
10,22)!
74Por consiguiente, si hemos entrado por el camino del Señor,
guardémonos de apartarnos nunca en lo más mínimo de él por
nuestra culpa e ignorancia, 75para que no hagamos injuria a tan
gran Señor y a su Madre la Virgen y a nuestro bienaventurado
padre Francisco, y a la Iglesia triunfante y también a la militante.
76Pues está escrito: Malditos los que se apartan de tus
mandamientos (Sal 118,21).
77Por eso doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo (Ef 3,14), para que, teniendo a nuestro favor los méritos
de la gloriosa Virgen santa María, su Madre, y de nuestro
bienaventurado padre Francisco y de todos los santos, 78el mismo
Señor que dio el buen principio, dé el incremento (cf. 1 Cor 3,6-7), y
dé también la perseverancia final. Amén.
79Para que mejor pueda ser observado este escrito, os lo dejo a
vosotras, carísimas y amadas hermanas mías, presentes y futuras,
en señal de la bendición del Señor y de nuestro bienaventurado
padre Francisco, y de la bendición mía, vuestra madre y sierva.
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Gracias Santa Clara de Asís , por las gracias y bendiciones recibidas por tu intercesión , y por los que vamos a recibir todos y cada uno , y donde llegue este mensaje . Amén
REGLA DE SANTA CLARA , PROYECTO DE VIDA :
TESTAMENTO : (segunda parte) :
24Después que el altísimo Padre celestial se dignó iluminar con su misericordia y su gracia mi corazón para que, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de nuestro bienaventurado padre Francisco, yo hiciera penitencia, 25poco después de su conversión, junto con las pocas hermanas que el Señor me había dado poco después de mi conversión, le prometí voluntariamente obediencia, 26según la luz de su gracia que el Señor nos había dado por medio de su admirable vida y enseñanza. 27Y el bienaventurado Francisco, considerando que si bien éramos frágiles y débiles según el cuerpo, no rehusábamos ninguna necesidad, pobreza, trabajo, tribulación o menosprecio y desprecio del siglo, 28antes al contrario, los teníamos por grandes delicias, como a ejemplo de los santos y de sus hermanos había comprobado frecuentemente en nosotras, se alegró mucho en el Señor; 29y movido a piedad hacia nosotras, se obligó con nosotras a tener siempre, por sí mismo y por su Religión, un cuidado amoroso y una solicitud especial de nosotras como de sus hermanos. 30Y así, por voluntad de Dios y de nuestro bienaventurado padre Francisco, fuimos a morar junto a la iglesia de San Damián, 31donde el Señor, en poco tiempo, nos multiplicó por su misericordia y gracia, para que se cumpliera lo que el Señor había predicho por su Santo; 32pues antes habíamos permanecido en otro lugar, aunque por poco tiempo. 33Después, escribió para nosotras una forma de vida, sobre todo para que perseveráramos siempre en la santa pobreza. 34Y no se contentó con exhortarnos durante su vida con muchas palabras y ejemplos al amor de la santísima pobreza y a su observancia, sino que nos entregó varios escritos para que, después de su muerte, de ninguna manera nos apartáramos de ella, 35como tampoco el Hijo de Dios, mientras vivió en el mundo, jamás quiso apartarse de la misma santa pobreza. 36Y nuestro bienaventurado padre Francisco, habiendo imitado sus huellas (cf. 1 Pe 2,21), su santa pobreza que había elegido para sí y para sus hermanos, no se apartó en absoluto de ella mientras vivió, ni con su ejemplo ni con su enseñanza. 37Así pues, yo, Clara, sierva, aunque indigna, de Cristo y de las hermanas pobres del monasterio de San Damián, y plantita del santo padre, considerando con mis otras hermanas nuestra profesión tan altísima y el mandato de tan gran padre, 38y también la fragilidad de las otras, fragilidad que nos temíamos en nosotras mismas después de la muerte de nuestro padre san Francisco, que era nuestra columna y nuestro único consuelo después de Dios, y nuestro apoyo, 39una y otra vez nos obligamos voluntariamente a nuestra señora la santísima pobreza, para que, después de mi muerte, las hermanas que están y las que han de venir de ninguna manera puedan apartarse de ella. 40Y así como yo siempre he sido diligente y solícita en guardar y hacer guardar por las otras la santa pobreza que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre Francisco, 41así también aquellas que me sucedan en el oficio estén obligadas hasta el fin a guardar y a hacer guardar, con el auxilio de Dios, la santa pobreza. 42Más aún, para mayor cautela me preocupé de hacer corroborar nuestra profesión de la santísima pobreza, que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre, con los privilegios del señor papa Inocencio, en cuyo tiempo comenzamos, y de otros sucesores suyos, 43para que de ninguna manera nos apartáramos nunca de ella. 44Por lo cual, de rodillas y postrada en cuerpo y alma, recomiendo todas mis hermanas, las que están y las que han de venir, a la santa madre Iglesia Romana, al sumo Pontífice y, de manera especial, al señor cardenal que fuere designado para la Religión de los Hermanos Menores y para nosotras, 45a fin de que, por amor de aquel Dios que pobre fue acostado en un pesebre (cf. Lc 2,12), pobre vivió en el siglo y desnudo permaneció en el patíbulo, 46haga que siempre su pequeña grey (cf. Lc 12,32), que el Señor Padre engendró en su santa Iglesia por medio de la palabra y el ejemplo de nuestro bienaventurado padre san Francisco para seguir la pobreza y humildad de su amado Hijo y de la gloriosa Virgen su Madre, 47guarde la santa pobreza que hemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre san Francisco, y se digne animarlas y conservarlas siempre en ella. 48Y así como el Señor nos dio a nuestro bienaventurado padre Francisco como fundador, plantador y ayuda nuestra en el servicio de Cristo y en las cosas que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre, 49quien también, mientras vivió, se preocupó siempre de cultivarnos y animarnos con la palabra y el ejemplo a nosotras, su plantita, 50así recomiendo y confío mis hermanas, las que están y las que han de venir, al sucesor de nuestro bienaventurado padre Francisco y a toda la Religión, 51a fin de que nos ayuden a progresar siempre hacia lo mejor para servir a Dios y, de manera especial, para guardar mejor la santísima pobreza. 52Y si en algún tiempo ocurriera que dichas hermanas abandonaran el mencionado lugar y se trasladaran a otro, que estén, sin embargo, obligadas, dondequiera que se encuentren después de mi muerte, a guardar la sobredicha forma de pobreza, que hemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre Francisco. 53Con todo, tanto la que esté entonces en el oficio [la abadesa] como las otras hermanas sean solícitas y providentes para que, en torno del sobredicho lugar, no adquieran o reciban más terreno del que exija la extrema necesidad como huerto para cultivar hortalizas. 54Y si en algún lugar conviniera tener más tierra fuera de la cerca del huerto, para el decoro y aislamiento del monasterio, no permitan que se adquiera ni tampoco reciban sino cuanto exija la extrema necesidad; 55y que esa tierra no se cultive ni se siembre en absoluto, sino que permanezca siempre baldía e inculta. 56Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a todas mis hermanas, las que están y las que han de venir, que se apliquen siempre con esmero a imitar el camino de la santa simplicidad, humildad, pobreza, y también el decoro del santo comportamiento religioso, 57tal como desde el inicio de nuestra conversión nos lo han enseñado Cristo y nuestro bienaventurado padre Francisco. 58A causa de lo cual, 59Y amándoos mutuamente con la caridad de Cristo,
mostrad exteriormente por las obras el amor que tenéis
interiormente, 60para que, estimuladas por este ejemplo, las
hermanas crezcan siempre en el amor de Dios y en la mutua
caridad.
61Ruego también a aquella que tenga en el futuro el oficio de las
hermanas que se aplique con esmero a presidir a las otras más por
las virtudes y las santas costumbres que por el oficio, 62de tal
manera que sus hermanas, estimuladas por su ejemplo, la
obedezcan no tanto por el oficio, cuanto más bien por amor. 63Sea
también próvida y discreta para con sus hermanas, como una
buena madre con sus hijas, 64y, de manera especial, que se
aplique con esmero a proveerlas, de las limosnas que el Señor les
dará, según la necesidad de cada una. 65Sea también tan benigna
y afable, que puedan manifestarle tranquilamente sus necesidades,
66y recurrir a ella confiadamente a cualquier hora, como les
parezca conveniente, tanto para sí como para sus hermanas.
67Mas las hermanas que son súbditas recuerden que, por Dios,
negaron sus propias voluntades. 68Por eso, quiero que obedezcan
a su madre, como lo han prometido al Señor, con una voluntad
espontánea, 69para que su madre, viendo la caridad, humildad y
unión que tienen entre ellas, lleve más ligeramente toda la carga
que por razón del oficio soporta, 70y lo que es molesto y amargo,
por el santo comportamiento religioso de ellas se le convierta en
dulzura.
71Y porque son estrechos el camino y la senda, y es angosta la
puerta por la que se va y se entra en la vida, son pocos los que
caminan y entran por ella (cf. Mt 7,14); 72y si hay algunos que
durante un cierto tiempo caminan por la misma, son poquísimos los
que perseveran en ella. 73¡Bienaventurados de veras aquellos a
quienes les es dado caminar por ella y perseverar hasta el fin (cf. Mt
10,22)!
74Por consiguiente, si hemos entrado por el camino del Señor,
guardémonos de apartarnos nunca en lo más mínimo de él por
nuestra culpa e ignorancia, 75para que no hagamos injuria a tan
gran Señor y a su Madre la Virgen y a nuestro bienaventurado
padre Francisco, y a la Iglesia triunfante y también a la militante.
76Pues está escrito: Malditos los que se apartan de tus
mandamientos (Sal 118,21).
77Por eso doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo (Ef 3,14), para que, teniendo a nuestro favor los méritos
de la gloriosa Virgen santa María, su Madre, y de nuestro
bienaventurado padre Francisco y de todos los santos, 78el mismo
Señor que dio el buen principio, dé el incremento (cf. 1 Cor 3,6-7), y
dé también la perseverancia final. Amén.
79Para que mejor pueda ser observado este escrito, os lo dejo a
vosotras, carísimas y amadas hermanas mías, presentes y futuras,
en señal de la bendición del Señor y de nuestro bienaventurado
padre Francisco, y de la bendición mía, vuestra madre y sierva.
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