LAS GLORIAS DE MARÍA , SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO :
5. María invita a la confianza por su eficaz protección
Estad siempre contentos los que os sentís hijos de María; sabe que ella
acepta por hijos suyos a los que quieren ser.
¡Alegraos! ¿Cómo podéis temer perderos si esta madre os protege y
defiende? Así, dice san Buenaventura, debe animarse y decir el que ama a esta
buena madre y confía en su protección: ¿Qué temes, alma mía? Nada; que la causa
de tu eterna salvación no se perderá estando la sentencia en manos de Jesús, que
es tu hermano, y de María, que es tu madre. Con este mismo modo de pensar se
anima san Anselmo y exclama: “¡Oh dichosa confianza, oh refugio mío, Madre de
Dios y Madre mía! ¡Con cuánta certidumbre debemos esperar cuando nuestra
salvación depende de tan buen hermano y de tan buena madre!”
Esta es nuestra madre que nos llama y nos dice: “Si alguno se siente como
niño pequeño, que venga a mí (Pr 9, 4). Los niños tienen siempre en los labios el
nombre de la madre, y en cuanto algo les asusta, enseguida gritan: ¡Madre, madre!
– Oh María dulcísima y madre amorosísima, esto es lo que quieres, que nosotros,
como niños, te llamemos siempre a ti en todos los peligros y que recurramos
siempre a ti que nos quieres ayudar y salvar, como has salvado a todos tus hijos
que han acudido a ti.
5. María invita a la confianza por su eficaz protección
Estad siempre contentos los que os sentís hijos de María; sabe que ella
acepta por hijos suyos a los que quieren ser.
¡Alegraos! ¿Cómo podéis temer perderos si esta madre os protege y
defiende? Así, dice san Buenaventura, debe animarse y decir el que ama a esta
buena madre y confía en su protección: ¿Qué temes, alma mía? Nada; que la causa
de tu eterna salvación no se perderá estando la sentencia en manos de Jesús, que
es tu hermano, y de María, que es tu madre. Con este mismo modo de pensar se
anima san Anselmo y exclama: “¡Oh dichosa confianza, oh refugio mío, Madre de
Dios y Madre mía! ¡Con cuánta certidumbre debemos esperar cuando nuestra
salvación depende de tan buen hermano y de tan buena madre!”
Esta es nuestra madre que nos llama y nos dice: “Si alguno se siente como
niño pequeño, que venga a mí (Pr 9, 4). Los niños tienen siempre en los labios el
nombre de la madre, y en cuanto algo les asusta, enseguida gritan: ¡Madre, madre!
– Oh María dulcísima y madre amorosísima, esto es lo que quieres, que nosotros,
como niños, te llamemos siempre a ti en todos los peligros y que recurramos
siempre a ti que nos quieres ayudar y salvar, como has salvado a todos tus hijos
que han acudido a ti.
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