sábado, 14 de enero de 2017

REFLEXIONES PARA CADA DÍA DEL AÑO : 

15 de ENERO

“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;
solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos
por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13).
La libertad de los hijos de Dios es una de sus posesiones más
preciadas. Los libertados por el Hijo, son verdaderamente libres. Pero son
llamados a una libertad responsable, y no al libertinaje.
Los hijos quieren emanciparse de las restricciones del hogar. Los
jóvenes desean liberarse de la disciplina del estudio. Los adultos quieren verse
libres de sus votos matrimoniales. Muchos se quejan de sentirse encadenados a
sus empleos cotidianos. Pero éstas no son las libertades a las que somos llamados.
Las estrellas no son libres para dejar sus órbitas y vagar por el espacio.
Un tren no tiene libertad para dejar la vía y andar por el campo sin rumbo fijo.
Un avión no es libre para dejar la ruta previamente asignada; su seguridad
depende de que el piloto obedezca las regulaciones.
Jowett comentó: “No hay reino donde haya espacio para los
anarquistas. Si deseamos descubrir la libertad a dondequiera que vayamos
debemos aprender a sujetarnos. Un músico debe conocer y respetar las leyes de
la armonía si desea regocijarse en su mundo fascinante. Un constructor debe
estar al servicio de la ley de la gravedad, o de otro modo su casa se convertirá
en un montón de ruinas. ¿Qué clase de libertad puede disfrutar un hombre que
desafía constantemente las leyes de la salud? En todos estos ámbitos, traspasar
sus límites es convertirse en un lisiado, mientras que respetarlos es llegar a ser
un hombre libre”.
Es verdad que el creyente está libre de la Ley (Ro. 7:3), pero esto no
quiere decir que esté sin ley. Ahora es un siervo de Cristo, ligado por las
cuerdas del amor, y comprometido a obedecer los numerosos mandamientos
Suyos que se encuentran en el Nuevo Testamento.
El creyente está libre de la esclavitud del pecado (Ro. 6:7, 18, 22), pero
es siervo de Dios y de la justicia.
El creyente es libre de todos los hombres (1 Co. 9:19), para llegar a ser
siervo de todos, para ganar a un mayor número.
Pero no es libre para usar su libertad como pretexto para hacer el mal
(1 P. 2:16). No es libre para dar rienda suelta a la carne (Gá. 5:13) o hacer
tropezar u ofender a nadie (1 Co. 8:9). Tampoco es libre para deshonrar el
Nombre del Señor Jesús (Ro. 2:23-24). No es libre para amar al mundo (1 Jn.
2:15-17), o entristecer al Espíritu Santo que habita en él (1 Co. 6:19).
El hombre no encuentra realización y descanso haciendo su propia
voluntad. Tan sólo lo encuentra al tomar el yugo de Cristo y aprender de Él.
“Servirle es perfecta libertad
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