miércoles, 30 de noviembre de 2016

REGLA DE SAN BENITO :
XLVIII. EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA
1 La ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas
horas en el trabajo manual, y a otras, en la lectura divina.
2 En consecuencia, pensamos que estas dos ocupaciones pueden ordenarse de la
siguiente manera: 3
desde Pascua hasta las calendas de octubre, al salir del oficio de
prima trabajarán por la mañana en lo que sea necesario hasta la hora cuarta.
4 Desde la
hora cuarta hasta el oficio de sexta se dedicarán a la lectura.
5 Después de sexta, al
levantarse de la mesa, descansarán en sus lechos con un silencio absoluto, o, si alguien
desea leer particularmente, hágalo para sí solo, de manera que no moleste.
6 Nona se
celebrará más temprano, mediada la hora octava, para que vuelvan a trabajar hasta
vísperas en lo que sea menester.
7
Si las circunstancias del lugar o la pobreza exigen que
ellos mismos tengan que trabajar en la recolección, que no se disgusten, 8
porque
precisamente así son verdaderos monjes cuando viven del trabajo de sus propias manos,
como nuestros Padres y los apóstoles.
9
Pero, pensando en los más débiles, hágase todo
con moderación.
10 Desde las calendas de octubre hasta la cuaresma se dedicarán a la lectura hasta el
final de la segunda hora.
11 Entonces se celebrará el oficio de tercia y se ocuparán todos
en el trabajo que se les asigne hasta la hora de nona.
12 Al primer toque para el oficio de
nona dejarán sus quehaceres para estar a punto cuando suene la segunda señal.
13
Después de comer se ocuparán en sus lecturas o en los salmos.
14 Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la
hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora
décima.
15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán
por su orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma.
17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio
durante las horas en que los hermanos están en la lectura.
18 Su misión es observar si
algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a
la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los
demás.
19 Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea
reprendido una y dos veces; 20
y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que
es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro
a horas indebidas.
22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados
para algún servicio.
23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la
meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado.
24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo
mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir.
25 El abad
tendrá en cuenta su debilidad.
XLIX. LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA
1 Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia
cuaresmal,
2
no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que
durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3
y que
en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos
dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas,
a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.
5
Por eso durante estos días
impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones
especiales, abstinencia en la comida y en la bebida,
6 de suerte que cada uno, según su
propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la
norma que se haya impuesto; 7
es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la
bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo
de un anhelo espiritual.
8
Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la
ayuda de su oración y su conformidad, 9
pues aquello que se realiza sin el beneplácito
del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de
recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad.
L. LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O ESTÁN DE
VIAJE
1 Los hermanos que trabajan muy lejos y no pueden acudir al oratorio a las horas
debidas,
2 si el abad comprueba que es así en realidad, 3
celebren el oficio divino en el
mismo lugar donde trabajan, arrodillándose con todo respeto delante de Dios.
4
Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan el rezo de las horas
prescritas, sino que las celebrarán como les sea posible, y no sean negligentes en
cumplir esta tarea de su prestación.

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