domingo, 27 de noviembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO :

XXXIX. LA RACIÓN DE COMIDA

1 Creemos que es suficiente en todas las mesas para la comida de cada día, tanto si
es a la hora de sexta como a la de nona, con dos manjares cocidos, en atención a la
salud de cada uno, 2
para que, si alguien no puede tomar uno, coma del otro. 3
Por tanto,
todos los hermanos tendrán suficiente con dos manjares cocidos, y, si hubiese allí fruta
o legumbres tiernas, añádase un tercero. 4 Bastará para toda la jornada con una libra
larga de pan, haya una sola refección, o también comida y cena,
5
Porque, si han de
cenar, guardará el mayordomo la tercera parte de esa libra para ponerla en la cena.
6 Cuando el trabajo sea más duro, el abad, si lo juzga conveniente, podrá añadir algo
más,
7
con tal de que, ante todo, se excluya cualquier exceso y nunca se indigeste algún
monje,
8
porque nada hay tan opuesto a todo cristiano como la glotonería,
9
como dice
nuestro Señor: «Andad con cuidado para que no se embote el espíritu con los excesos».
10 A los niños pequeños no se les ha de dar la misma cantidad, sino menos que a los
mayores, guardando en todo la sobriedad.
11 Por lo demás, todos han de abstenerse absolutamente de la carne de cuadrúpedos,
menos los enfermos muy débiles.

XL. LA RACIÓN DE BEBIDA
1
«Cada uno tiene el don particular que Dios le ha dado; unos uno, y otros otro».
2
Por eso, con cierta escrupulosidad determinamos la cantidad de alimento que los demás
han de tomar.
3
Sin embargo, por consideración a la flaqueza de los débiles, pensamos
que es suficiente una hemina de vino al día por persona.
4
Pero aquellos a quienes Dios
les da fuerzas para abstenerse, piensen que tendrán una recompensa especial.
5 Mas si, por las circunstancias del lugar en que viven, o por el trabajo, o por el
calor del verano, se necesita algo más, lo dejamos a la discreción del superior, con tal
de que jamás se dé lugar a la saciedad o a la embriaguez.
6 Y, aunque leamos que el
vino es totalmente impropio de monjes, porque creemos que hoy día no es posible
convencerles, convengamos, al menos, en no beber hasta la saciedad, sino sobriamente,
7
porque «el vino hace claudicar hasta a los más sensatos».
8
Pero si por las condiciones locales no se puede adquirir ni la cantidad indicada,
sino mucho menos, o incluso absolutamente nada, bendigan a Dios porque habitan en
ese lugar y no murmuren. 9 Esto recomendamos ante todo: que eviten siempre la
murmuración.

XLI. A QUÉ HORAS DEBEN COMER LOS MONJES
1 Desde la santa Pascua hasta Pentecostés, los hermanos comerán a sexta y cenarán
al atardecer.
2 A partir de Pentecostés, durante el verano, ayunarán hasta nona los miércoles y
viernes, si es que los monjes no tienen que trabajar en el campo o no resulta penoso por
el excesivo calor.
3 Los demás días comerán a sexta.
4 Continuarán comiendo a la hora
sexta, si tienen trabajo en los campos o si es excesivo el calor del verano, según lo
disponga el abad, 5
quien ha de regular y disponer todas las cosas de tal modo, que las
almas se salven y los hermanos hagan lo dispuesto sin justificada murmuración.
6 Desde los idus de septiembre hasta el comienzo de la cuaresma, la comida será
siempre a la hora nona.
7
Pero durante la cuaresma, hasta Pascua, será a la hora de vísperas.
8 Mas el oficio
de vísperas ha de celebrarse de tal manera, que no haya necesidad de encender las
lámparas para comer, sino que todo se acabe por completo con la luz del día.
9 Y
dispóngase siempre así: tanto la hora de la cena como la de la comida se ha de calcular
de modo que todo se haga con luz natural

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