domingo, 20 de noviembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO : 

Capítulos XVII , XIX , XX

XVIII. ORDENACIÓN DE LA SALMODIA
1 En primer lugar se ha de comenzar con el verso «Dios mío, ven en mi auxilio;
Señor, date prisa en socorrerme», gloria y el himno de cada hora.
2 El domingo a prima se recitarán cuatro secciones del salmo 118. 3 En las restantes
horas, es decir, en tercia, sexta y nona, otras tres secciones del mismo salmo 118. 4 En
prima del lunes se dirán otros tres salmos: el primero, el segundo y el sexto. 5 Y así,
cada día, hasta el domingo, se dicen en prima tres salmos, por su orden, hasta el 19; de
suerte que el 9 y el 17 se dividan en dos glorias.
6 De este modo coincidirá que el
domingo en las vigilias se comienza siempre por el salmo 20.
7 En tercia, sexta y nona del lunes se dirán las nueve secciones restantes del salmo
118; tres en cada hora.
8 Terminado así el salmo 118 en dos días, o sea, entre el
domingo y el lunes,
9
a partir del martes, a tercia, sexta y nona se dicen tres salmos en
cada hora, desde el 119 hasta el 127, que son nueve salmos; 10 los cuales se repiten
siempre a las mismas horas hasta el domingo, manteniendo todos los días una
disposición uniforme de himnos, lecturas y versos.
11 De esta manera, el domingo se
comenzará siempre con el salmo 118.
12
Las vísperas se celebrarán cada día cantando cuatro salmos.
13 Los cuales han de
comenzar por el 109 hasta el 147, 14 a excepción de los que han de tomarse para otras
horas, que son desde el 117 hasta el 127 y desde el 133 hasta el 142. 15 Los restantes se
dirán en vísperas.
16 Y como así faltan tres salmos, se dividirán los más largos, o sea, el
138, el 143 y el 144. 17 En cambio, el 116, por ser muy corto, se unirá al 115. 18

Distribuido así el orden de la salmodia vespertina, todo lo demás, esto es, la lectura, el
responsorio, el himno, el verso y el cántico evangélico, se hará tal como antes ha
quedado dispuesto.
19 En completas se repetirán todos los días los mismos salmos: el 4, el 90 y el 133.
20 Dispuesto el orden de la salmodia para los oficios diurnos, todos los salmos
restantes se distribuirán proporcionalmente a lo largo de las siete vigilias nocturnas,
21
dividiéndose los más largos de tal forma, que para cada noche se reserven doce salmos.
22 Pero especialmente queremos dejar claro que, si a alguien no le agradare quizá
esta distribución del salterio, puede distribuirlo de otra manera, si así le pareciere mejor,
23 con tal de que en cualquier caso observe la norma de recitar íntegro el salterio de 150
salmos durante cada una de las semanas, de modo que se empiece siempre en las
vigilias del domingo por el mismo salmo. 24 Porque los monjes que en el curso de una
semana reciten menos de un salterio con los cánticos acostumbrados, mostrarán muy
poco fervor en el servicio a que están dedicados 25 cuando podemos leer que nuestros
Padres tenían el coraje de hacer en un solo día lo que ojalá nosotros, por nuestra tibieza,
realicemos en toda una semana.

XIX. NUESTRA ACTITUD DURANTE LA SALMODIA
1 Creemos que Dios está presente en todo lugar y que «los ojos del Señor están
vigilando en todas partes a buenos y malos»; 2
pero esto debemos creerlo especialmente
sin la menor vacilación cuando estamos en el oficio divino. 3
Por tanto, tengamos
siempre presente lo que dice el profeta: «Servid al Señor con temor»; 4
y también:
«Cantadle salmos sabiamente»,
5
y: «En presencia de los ángeles te alabaré».
6
Meditemos, pues, con qué actitud debemos estar en la presencia de la divinidad y de sus
ángeles,
7
y salmodiemos de tal manera, que nuestro pensamiento concuerde con lo que
dice nuestra boca.

XX. LA REVERENCIA EN LA ORACIÓN

1
Si cuando queremos pedir algo a los hombres poderosos no nos atrevemos a
hacerlo sino con humildad y respeto, 2
con cuánta mayor razón deberemos presentar
nuestra súplica al Señor, Dios de todos los seres, con verdadera humildad y con el más
puro abandono. 3 Y pensemos que seremos escuchados no porque hablemos mucho,
sino por nuestra pureza de corazón y por las lágrimas de nuestra compunción. 4
Por eso,
la oración ha de ser breve y pura, a no ser que se alargue por una especial efusión que
nos inspire la gracia divina.
5 Mas la oración en común abréviese en todo caso, y,
cuando el superior haga la señal para terminarla, levántense todos a un tiempo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario