miércoles, 23 de noviembre de 2016

CARTAS DEL SANTO PADRE PÍO DE PIETRELCINA :

NÚMERO VI :

Mi queridísima Hija:

Continua poseyéndote toda Jesús, y mirándote como elegida. Recibo la tuya y he comprendido todo, y lo he comprendido todo en toda su verdad, expresada con tanta exactitud y claridad y sin contrariarla en nada. Por eso puedes y debes estar tranquila en lo referente a esa duda que te preocupa y trastorna. Ya no es la Justicia, mi buena hija, es el Amor crucificado que te crucifica y te quiere asociada a sus amarguísimas penas y sin más apoyo que el de las angustias de la desolación. La justicia nada tiene que vengar en ti, pero sí en otros, y tú, víctima, debes por los hermanos aquello que falta todavía en la Pasión de Jesucristo. Esta es la verdad y sólo la verdad. No te afanes buscando a Dios lejos de ti: está dentro de ti, contigo, en tus gemidos, mientras le buscas está como una madre que incita a su hijito a que la busque y ella se encuentra detrás y con sus manos le impide que llegue.

Desgraciadamente comprendo las angustias de tu estado; se asemejan a las del infierno, pero no te preocupes, no te asustes. Además no sé qué aconsejarte, hijita, para aliviar tu martirio; y es inútil porque el Omnipotente te quiere en holocausto. Sólo te aconsejo que imites a Isaac en manos de Abraham y que esperes contra toda esperanza. Los mártires no sólo sufrieron sino que murieron en el dolor y no encontraron a Dios más que en la muerte. No temas de ningún modo las vejaciones de Satanás: nada podrá El contra quien está sostenido de modo singular por la gracia vigilante del Padre celeste. Debe bastarte saber que en este furioso asedio tu alma no ofende a Dios y le da además la más hermosa prueba de su felicidad, al mismo tiempo que va embelleciéndose a los ojos divinos. Esta es la verdad, y si dijera otra cosa no sería cierto. Guárdeme el Señor de caer en tamaño desatino. Quisiera también que durante la tempestad gritases siempre: ¡Señor, sálvame,! para que no te hagas acreedora al reproche: "Alma de poca fe, por qué has dudado.?" Déjate, pues, llevar, arrastrar y tragar por la tempestad, que en el fondo del mar encontrarás, como Jonás, el Señor que te salva. Cuando me escribas cuéntame también el sueño que tuviste.

Te agradezco cuanto haces por mí ante el Altísimo. Y ahora, qué diré, hija, de mí? Estoy siempre colgado en el duro patíbulo de la cruz sin ayuda y sin descanso. Mi alma va muriendo en su dolor, sin el consuelo de poder ver un día el rostro de Dios que con tanta ansia se busca y nunca se encuentra.

¡Ay de mí! Qué podré hacer para alcanzar la gracia de aquel Dios que tal vez rechacé y del que justamente soy rechazado.’, ¡Dios mío!, no soy capaz de decir otra cosa. La plenitud del dolor me mata y me hace perder el sentido. Ayúdame con tus plegarias ante el Señor, para que la prueba resulte agradable a Dios y sirva de rehabilitación a mi alma. Me encuentro levantado no sé como en el ara de la Cruz desde el día de la fiesta de los santos Apóstoles, sin jamás descender ni por un instante. Anteriormente era interrumpido el suplicio algún instante, pero desde aquel día, hasta aquí, el sufrimiento es continuo sin intemipción alguna. Y este penar va siempre en aumento. ¡Fiat!

Te bendigo con paternal cariño y a ti me encomiendo.

Padre Pío
San Giovanni Rotondo, 21-7-1918.

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