miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO : 

Capítulos XXVII , XVIII , XXIX 

XXVII. LA SOLICITUD QUE EL ABAD DEBE TENER CON LOS
EXCOMULGADOS

1 El abad se preocupará con toda solicitud de los hermanos culpables, porque «no
necesitan médico los sanos, sino los enfermos».
2
Por tanto, como un médico perspicaz,
recurrirá a todos los medios; como quien aplica cataplasmas, esto es, enviándole monjes
ancianos y prudentes,
3
quienes como a escondidas consuelen al hermano vacilante y le
muevan a una humilde satisfacción, animándole «para que la excesiva tristeza no le
haga naufragar»,
4
sino que, como dice también el Apóstol, «la caridad se intensifique»
y oren todos por él.
5 Efectivamente, el abad debe desplegar una solicitud extrema y afanarse con toda
sagacidad y destreza por no perder ninguna de las ovejas a él confiadas.
6 No se olvide
de que aceptó la misión de cuidar espíritus enfermizos, no la de dominar tiránicamente a
las almas sanas.
7 Y tema aquella amenaza del profeta en la que dice Dios: «Tomabais
para vosotros lo que os parecía pingüe y lo flaco lo desechabais».
8
Imite también el
ejemplo de ternura que da el buen pastor, quien, dejando en los montes las noventa y
nueve ovejas, se va en busca de una sola que se había extraviado; 9
cuyo abatimiento le
dio tanta lástima, que llegó a colocarla sobre sus sagrados hombros y llevarla así
consigo otra vez al rebaño.

XXVIII. DE LOS QUE CORREGIDOS MUCHAS VECES NO QUIEREN
ENMENDARSE
1 Si un hermano ha sido corregido frecuentemente por cualquier culpa, e incluso
excomulgado, y no se enmienda, se le aplicará un castigo más duro, es decir, se le
someterá al castigo de los azotes.
2 Y si ni aún así se corrigiere, o si quizá, lo que Dios
no permita, hinchado de soberbia, pretendiere llegar a justificar su conducta, en ese caso
el abad tendrá que obrar como todo médico sabio. 3
Si después de haber recurrido a las
cataplasmas y ungüentos de las exhortaciones, a los medicamentos de las Escrituras
divinas y, por último, al cauterio de la excomunión y a los golpes de los azotes,
4
aun
así ve que no consigue nada con sus desvelos, recurra también a lo que es más eficaz: su
oración personal por él junto con la de todos los hermanos,
5
para que el Señor, que
todo lo puede, le dé la salud al hermano enfermo. 6
Pero, si ni entonces sanase, tome ya
el abad el cuchillo de la amputación, como dice el Apóstol: «Echad de vuestro grupo al
malvado».
7 Y en otro lugar: «Si el infiel quiere separarse, que se separe»,
8
no sea que
una oveja enferma contamine a todo el rebaño.

XXIX. SI DEBEN SER READMITIDOS LOS HERMANOS QUE SE VAN DEL
MONASTERIO

1
Si un hermano que por su culpa ha salido del monasterio quiere volver otra vez,
antes debe prometer la total enmienda de aquello que motivó su salida,
2
y con esta
condición será recibido en el último lugar, para probar así su humildad. 3 Y, si de nuevo
volviere a salir, se le recibirá hasta tres veces; pero sepa que en lo sucesivo se le
denegará toda posibilidad de retorno al monasterio

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