sábado, 4 de febrero de 2017

REFLEXIONES PARA CADA DÍA DEL AÑO :

5 de FEBRERO

“Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se
esconda de ti” (Job 42:2).
Ningún propósito de Dios puede frustrarse. El hombre puede ser
perverso, pero Dios tiene Sus caminos. El hombre siempre tiene mucho que
decir, pero Dios tiene la última palabra. Salomón nos recuerda que: “No
hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Yavé” (Pr. 21:30).
Jeremías añade su testimonio, diciendo así: “Es confirmado...todo
pensamiento de Yavé...” (Jer. 51:29).
Los hermanos de José decidieron deshacerse de él vendiéndolo a
una banda de madianitas. Pero todo lo que lograron con eso fue llevar a
cabo la voluntad de Dios. Los madianitas lo llevaron gratis a Egipto donde
más tarde fue constituido como Primer Ministro y salvador de su pueblo.
Cuando aquel hombre que había nacido ciego recibió la vista y
confió en el Salvador, los judíos lo expulsaron de la sinagoga. ¿Fue ésta una
gran victoria para ellos? No, porque Jesús había venido precisamente a
sacarlo de allí porque es el Buen Pastor que: “a sus ovejas llama por
nombre, y las saca” (Jn. 10:3). Así que todo lo que hicieron fue ahorrarle el
esfuerzo.
La maldad de los hombres llegó a su máxima expresión cuando
apresaron al Señor Jesús y lo mataron en una cruz. Más tarde, Pedro les
recordó que Él fue entregado por “el determinado consejo y anticipado
conocimiento de Dios” (Hch. 2:23). Dios anuló el gigantesco crimen
resucitando a Cristo y haciéndole Señor y Salvador.
Donald Gray Barnhouse contaba la historia de un rico terrateniente
que tenía hermosos árboles en su finca. “Pero tenía un cruel enemigo que
cierto día dijo para sí, ‘cortaré uno de sus árboles y eso le lastimará.’ En la
oscuridad de la noche el enemigo se deslizó sobre la cerca y fue al más
hermoso de los árboles, y sierra y hacha en mano, comenzó a trabajar.
Cuando apareció la primera luz de la mañana vio a la distancia a dos
hombres que venían a caballo por la colina, y reconoció que uno de ellos era
el propietario de la finca. Apresuradamente empujó la cuña y dejó caer al
árbol; pero una de las ramas le aprisionó y le clavó en tierra, hiriéndolo tan
gravemente que murió. Antes de exhalar su último suspiro, decía a gritos:
‘Qué bien que corté tu hermoso árbol’, mas el propietario de la hacienda
viéndolo con lástima le dijo: ‘Este hombre que viene conmigo es un
arquitecto. Habíamos planeado construir una casa, y era necesario cortar
uno de estos árboles para hacerle espacio; y es éste precisamente, en el que
has estado trabajando toda la noche.’”
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