miércoles, 8 de febrero de 2017

Evangelio de mañana
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,24-30):

EN aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.
Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.
Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella replicó:
«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tú conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes , fructificas , provees y sanas todo por tu Divina providencia . Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA :
Jesús encontró este plan divino muy conculcado: la mujer era objeto del capricho del varón, de un supuesto derecho a “usar y tirar”. Él proclamó solemnemente que “al principio no fue así” (Mt 19,8), e intentó rectificarlo. ¿Qué nos diría hoy? Pienso que no sintonizaría con un feminismo resentido y agresivo (que es otra forma de poner guerra entre los sexos, y en la sociedad), pero sí con los movimientos, humanos y eclesiales, de apoyo a las parejas para que vivan en felicidad, sin “sentir vergüenza” mutua, ni rencores y resentimientos. ¡Qué bella la sana vida matrimonial! Y al mismo tiempo, ¡qué frágil la afectividad y la sexualidad humana, capaz de lo más bello y noble y también de lo más abyecto! Nos conviene volver a algunas páginas del papa Francisco en su Amoris Laetitia.

Pero no concluyamos nuestra reflexión de hoy sin hacer unos subrayados en el evangelio. Hay de entrada algo llamativo. ¿Cómo es posible que Jesús vaya a Tiro y al mismo tiempo rehúse hacer el bien a los tirios? ¿A qué ha ido entonces? Probablemente el evangelista designa como “regiones de Tiro” zonas fronterizas de Galilea, que, intermitentemente, han pertenecido a un Estado u otro; pero el lugar debe de ser más bien judío. Jesús se atiene normalmente al plan veterotestamentario de poner “firme el monte de la casa del Señor” (Is 2,2; Miq 4,1), es decir, reconducir al pueblo de la alianza a su fidelidad primigenia, de modo que resulte un luminoso “reclamo” y las demás naciones se apresuren a participar de su tesoro religioso.

Pero hay miembros de esas naciones que se adelantan, que encuentran un “atajo”: el de una fe sencilla y confiada, como esta cananea. Son los últimos que se convierten en primeros y que de algún modo “trastocan” los planes profético-mesiánicos de Jesús. En más de una ocasión él, encarnado cultural y religiosamente en Israel, tendrá que exclamar con cierta extrañeza: “en ningún israelita he encontrado tanta fe” (Lc 7,9; Mt 8,10).

Nuestra pertenencia a Jesús y su comunidad no puede basarse en una herencia cultural, en costumbres a las que nos aferramos a veces incluso irracionalmente. Se es de los suyos por una actitud del corazón, por una fe sencilla y confiada, por participar en su forma de ser, sentir y actuar.
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