sábado, 18 de febrero de 2017

LAS GLORIAS DE MARÍA , SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO : 

Capítulo II
MARÍA, NUESTRA VIDA Y DULZURA
Vida y dulzura

II
María es nuestra vida porque nos consigue la perseverancia

2 . María es nuestro apoyo para perseverar en el bien

¡Pobres las almas que se alejan de esta defensa y dejan de ser devotas de
María y de encomendarse a ella en las tentaciones! Si en el mundo no hubiera sol,
dice san Bernardo, ¿qué sería el mundo sino un caos horrible de tinieblas? Pierda
un alma la devoción a María y pronto se verá inundada de tinieblas, de aquellas
tinieblas de las que dijo el Espíritu Santo: “Ordenaste las tinieblas y se hizo la noche;
en ella transitan todas las fieras de la selva” (Sal 103, 20). Desde que en un alma no
brilla la luz divina y se hace la oscuridad, se hará madriguera de todos los pecados y
de los demonios. Dice san Anselmo: “¡Ay de los que aborrecen este sol!” Infelices
los que desprecian la luz de este sol que es la devoción a María. San Francisco de
Borja, con razón desconfiaba de la perseverancia de aquellos en los que no
encontraba especial devoción a la santísima Virgen. Preguntando a unos novicios a
qué santo tenían más devoción, se dio cuenta de que algunos no tenían especial
devoción a María. Se lo advirtió al maestro de novicios para que tuviera especial
vigilancia sobre aquellos infortunados, y sucedió que todos aquellos perdieron la
vocación.
Razón tenía san Germán de llamar a la santísima Virgen la respiración de
los cristianos, porque así como el cuerpo no puede vivir sin respirar, así el alma no
puede vivir sin recurrir a María y encomendarse a ella, por quien conseguimos y
conservamos la vida de la divina gracia. “Como la respiración no sólo es señal de
vida sino causa de ella, así el nombre de María en labios de los siervos de Dios es
la razón de su vida sobrenatural, lo que la causa y la conserva”. El beato Alano,
asaltado por una fuerte tentación, estuvo a punto de perderse por no haberse
encomendado a María; pero se le apareció la santísima Virgen y para que estuviera
más prevenido para otra ocasión, le dio con la mano en la cara y le dijo: “Si te
hubieras encomendado a mí, no te habrían encontrado en este peligro”.
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