viernes, 24 de febrero de 2017

LAS GLORIAS DE MARÍA , SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO 

Capítulo II
MARÍA, NUESTRA VIDA Y DULZURA
Vida y dulzura

II :

II
María dulcifica la muerte de sus devotos
1. María asiste a sus devotos en la hora final
“El amigo verdadero lo es en todo momento, y el amigo se conoce en los
trances apurados” (Pr 17, 17). Los verdaderos amigos se conocen no tanto en la
prosperidad cuanto en los tiempos de angustia y miserias. Los amigos al estilo
mundano duran mientras hay prosperidad; pero si tales amigos caen en cualquier
desgracia, y sobre todo si sobreviene la muerte, al instante esa clase de amigos
desaparecen.
No obra así María con sus devotos. En sus angustias, y sobre todo en las
de la muerte, que son las mayores que puede haber en la tierra, ella, tan buena
Señora y Madre, jamás abandona a sus fieles verdaderos; y como es nuestra vida
durante nuestro destierro, así se convierte en nuestra dulzura en la última hora,
obteniéndonos una dulce y santa muerte. Porque desde el día en que tuvo la dicha y
el dolor a la vez de asistir a la muerte de su Hijo Jesús, que es la cabeza de los
predestinados, adquirió la gracia de asistir a todos los predestinados en la hora de
su muerte. Por eso la Iglesia ruega a la santísima Virgen que nos socorra
especialmente en la hora de nuestra muerte: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora
y en la hora de nuestra muerte”.
Muy grandes son las angustias de los moribundos, ya por los
remordimientos de los pecados cometidos, ya por el miedo al juicio de Dios que se
avecina, ya por la incertidumbre sobre la salvación eterna. Entonces, más que
nunca, se arma el infierno y pone todo su empeño para arrebatar aquella alma que
está para pasar a la eternidad, sabiendo que le queda poco tiempo y que si ahora no
lo consigue se le escapa para siempre. “El demonio ha bajado hacia vosotros, lleno
de furia, sabiendo que le queda poco tiempo” (Ap 12, 12). Y por eso el demonio,
acostumbrado a tentarla en vida, no se contenta con tentarla él solo a la hora de la
muerte, sino que llama a otros como él. “Y su casa se llenará de dragones” (Is 13,
21). Cuando uno se encuentra para morir, se le acercan muchedumbre de demonios
que aúnan sus esfuerzos para perderlo.
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