miércoles, 7 de diciembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO :
LXIX. NADIE SE ATREVA A DEFENDER A OTRO EN EL MONASTERIO
1 Debe evitarse que por ningún motivo se tome un monje la libertad de defender a
otro en el monasterio o de constituirse en su protector en cualquier sentido, 2
ni en el
caso de que les una cualquier parentesco de consaguinidad. 3 No se permitan los monjes
hacer tal cosa en modo alguno, porque podría convertirse en una ocasión de disputas
muy graves.
4 El que no cumpla esto será castigado con gran severidad.
LXX. NADIE SE ATREVERÁ A PEGAR ARBITRARIAMENTE A OTRO
1 Debe evitarse en el monasterio toda ocasión de iniciativa temeraria,
2
y decretamos
que nadie puede excomulgar o azotar a cualquiera de sus hermanos, a no ser que haya
recibido del abad potestad para ello. 3
«Los que hayan cometido una falta serán
reprendidos en presencia de todos, para que teman los demás».
4
Pero los niños, hasta la
edad de quince años, estarán sometidos a una disciplina más minuciosa y vigilada por
parte de todos,
5
aunque con mucha mesura y discreción.
6 El que de alguna manera se tome cualquier libertad contra los de más edad sin
autorización del abad o el que se desfogue desmedidamente con los niños, será
sometido a la sanción de la regla,
7
porque está escrito: «No hagas a otro lo que no
quieres que hagan contigo».
LXXI. LA OBEDIENCIA MUTUA
1 El bien de la obediencia no sólo han de prestarlo todos a la persona del abad,
porque también han de obedecerse los hermanos unos a otros,
2
seguros de que por este
camino de la obediencia llegarán a Dios.
3 Tienen preferencia los mandatos del abad o
de los prepósitos por él constituidos, mandatos a los cuales no permitimos que se
antepongan otras órdenes particulares; 4 por lo demás, obedezcan todos los inferiores a
los mayores con toda caridad y empeño. 5
Si alguno es un porfiador, sea castigado.
6 Cuando un hermano es reprendido de la manera que sea por el abad o por
cualquiera de sus mayores por una razón cualquiera, aun mínima,
7
o advierte que el
ánimo de alguno de ellos está ligeramente irritado contra él o desazonado aunque sea
levemente,
8
al instante y sin demora irá a postrarse a sus pies y permanecerá echado en
tierra ante él dándole satisfacción, hasta que con una palabra de bendición le demuestre
que a se ha pasado su enojo. 9 Y, si alguien se niega a hacerlo, será sometido a un
castigo corporal; si se muestra contumaz, será expulsado del monasterio

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