jueves, 22 de diciembre de 2016

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66):

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tú conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes ,fructificas , provees y sanas todo por tu Divina Providencia .

Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 23 DE DICIEMBRE DEL 2016 :

En la inminencia de la Navidad, de nuevo es Juan el que llena la escena. Es natural, porque es él quien abre el camino. Así, ante el próximo nacimiento de Jesús, la Palabra de Dios nos invita a contemplar el nacimiento del Precursor.

Llama nuestra atención enseguida el ambiente popular, abierto, alegre que rodea este nacimiento. No es de extrañar, dado lo extraordinario de este nacimiento, la edad avanzada de la madre y los sucesos acaecidos en torno a su concepción, como la mudez de Zacarías. Amigos y parientes participan en la alegría, inmiscuyéndose, incluso más de la cuenta, pues pretenden decidir por encima de los padres el nombre de la criatura. Parece que quiere imponerse aquí la tradición, la costumbre: que se llame como su padre. Zacarías significa “Dios recuerda”. Pero el que ha nacido no es un nostálgico que mira al pasado, ni siquiera un “continuador”, sino un “precursor”, uno que abre caminos a lo nuevo. Es verdad que cumple antiguas profecías, como la de Malaquías. Ahora bien, en el cumplimiento asoman ya novedades radicales, la aurora de los nuevos tiempos mesiánicos. Isabel, que ha sido tocada ya por el Espíritu de esa novedad, insiste en el nombre de Juan. También Zacarías, por fin, asiente sin dudar al don de misericordia, y sentencia sin palabras “Juan es su nombre”. Juan significa, según unas etimologías “Dios es propicio”, o “Dios se ha apiadado”, según otras, significaría “El que es fiel a Dios”. Habla este nombre de una realidad ya presente y de un futuro nuevo.

Aunque en algunos rasgos el profetismo de Juan parece anunciar un día del Señor grande y terrible, su ministerio preparatorio va más en la línea de reconciliar, purificar para abrir corazones a la recepción de la gracia.

Con el nacimiento de Juan, Zacarías, su padre, recupera el habla. El Antiguo testamento entona su postrer himno, alza la voz, que anuncia ya la presencia de la Palabra.
En la inminencia de la Navidad, la Palabra nos invita a la alegría, a la fiesta, pero también a la apertura del corazón a la novedad impredecible de Dios.
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