viernes, 16 de diciembre de 2016

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,1-17):

LIBRO del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tú conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes , fructificas , provees y sanas todo por tu Divina Providencia .

Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 17 DE DICIEMBRE :

Hoy leemos el texto de Mateo que nos trae la genealogía de Jesús, es decir el árbol genealógico o el documento de identidad de Jesús, recordando a sus antepasados hasta Abraham. Tres grupos forman esta genealogía: los patriarcas, los primeros catorce nombres; los reyes de Israel, los catorce nombres siguientes, y los antepasados desconocidos, los últimos catorce nombres. Los nombres de la genealogía de Jesús no son en general de las familias más piadosas y “puras” de Israel. Por ejemplo aparecen cuatro mujeres que no tienen la mejor reputación: Rut la extranjera, Raab la prostituta de buen corazón, Tamar quien engaña a su suegro para tener un hijo y Betsabé quien comete adulterio con David. Es una descendencia que se mueve entre fortalezas y debilidades, la gracia y el pecado.

El Mesías es un hijo de un pueblo donde hay de todo: bueno y malo. Y Jesús haciéndose hijo de este pueblo se hace hermano de toda la humanidad: “El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Dios cuenta con las cualidades y deficiencias de todos. El
Reino es siempre incluyente, solidario y encarnado en la historia y la cultura de cada pueblo.

Jesús, el hombre universal, nos invita a sus seguidores a tener sus mismos sentimientos y actitudes: aceptar a todos, encarnarnos en la cultura del pueblo donde vivimos, no excluir a nadie, acoger a toda persona sea de la condición que sea, respetar a toda persona por humilde que sea, descubrir en cada persona lo positivo antes que sus debilidades y pecados. Si Dios contó con personas de familias no muy piadosas y puras de Israel para formar parte de la genealogía humana de su Hijo Jesús, hoy también hace lo mismo y cuenta con todos –buenos y malos- para construir su Reino en la tierra. Dios se sirve de todos para llevar adelante sus planes inescrutables e insondables. La eficacia no es fruto del trabajo del hombre, sino de Dios que actúa en todos y a través de todos. Como dice san Pablo: “Pablo sembró, Apolo regó y Dios dio el incremento”. Si esto es así, también es cierto lo que dice San Antonio Mª Claret: “Hagamos lo que nos corresponde hacer, y Dios hará lo que falta”.
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