martes, 27 de diciembre de 2016

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,13-18):
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»
Palabra del Señor :
Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tu conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .
SAbemos que en todos ellos : tú nos asistes , fructificas , provees y sanas todo por tu Divina Providencia .
Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén
COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 28 DE DICIEMBRE :
Hoy, con el relato de los Santos Inocentes, se nos ofrece a la contemplación la terrible e incomprensible paradoja del rechazo que el mal despierta en el corazón del hombre ante la presencia de la Luz de Dios. Herodes llegó al extremo del odio, hasta ser capaz de asesinar a “todos los menores de dos años” con tal de acabar con aquel que, como anunciado Rey, podría amenazar su poder.
Y la maldad del corazón de Herodes no nos es tan lejana. De hecho, en todo corazón humano hay “pecado”, como nos recuerda la primera lectura de hoy, hay mal. Anida en nosotros, y puede llegar a hacernos capaces de cualquier barbaridad si nos dejamos llevar por el ansia de poder, de comodidad, o de bienestar a cualquier precio. El ser humano es profundamente egoísta. Somos profundamente egoístas. Y ello nos puede llevar a utilizar y pisotear a otros con tal de satisfacer los propios intereses, deseos o necesidades.
La presencia de la Luz de Dios ilumina esa terrible realidad: la descubre, la desenmascara, la pone en evidencia. También es capaz de sanarla, perdonando y transformando nuestro corazón. Pero es necesario dejarse hacer por el Amor que nos ha llegado con aquel que nació en Belén. Si huimos de la Luz, si no dejamos que nos ilumine en lo más profundo, si pretendemos negarla o apagarla, la oscuridad y el mal seguirán reinando en nuestro corazón, como por desgracia siguen reinando en nuestra sociedad y en nuestro mundo.

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