lunes, 19 de diciembre de 2016

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):

EN el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Él ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tu conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes , fructificas , provees y sanas todo por tu divina Providencia .

Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 20 DE DICIEMBRE DEL 2016 :

No podemos leer el texto del Evangelio de hoy sino a la luz del que leímos ayer. Lucas ha redactado los dos textos de anunciación del nacimiento de Juan y de Jesús con un clarísimo paralelismo. Es el mismo ángel Gabriel el encargado de transmitir en los dos casos el mensaje. En los dos, también, se trata de un Evangelio, de una buena noticia. En la inminencia de la venida al mundo del Hijo de Dios, del cumplimiento de las antiguas promesas, del advenimiento del día del Señor, no es posible no caer en la cuenta del tono extraordinariamente positivo de los anuncios que preparan los acontecimientos decisivos de la historia de la salvación. Son indicativos de la actitud de Dios hacia la humanidad, hacia cada ser humano. No hay sombra de reproche, de advertencia, de amenaza de castigo. Sólo palabras positivas, que invitan a dejar a un lado el temor, que anuncian el triunfo de la vida, el favor de Dios. Ya descubrimos ese tono en el anuncio del nacimiento de Juan. En el caso de María, se da todo un exceso de positividad: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Dios, en María, piropea a la humanidad, a esa creación “muy buena” que salió, efectivamente, de las manos del Creador “llena de gracia”, sin asomo de mal, y que el pecado, pese a su gravedad, no ha podido velar del todo, como se refleja en plenitud en la hija de Sión.

En su actitud y su respuesta esta precisamente la diferencia con el texto de ayer. Al contemplar este cuadro luminoso de la Anunciación, podemos comprender que no necesitamos escondernos de Dios, que debemos despejar toda sombra de temor, que podemos habitar, como María, en lugar abierto, porque Dios no viene en plan amenazante o vindicativo, sino cargado de promesas de vida nueva. Y podemos comprender, además, que es posible confiar en este Dios que se relaciona con nosotros sólo en positivo. Podemos confiar en Él incluso si no entendemos de entrada todo lo que nos dice. Tampoco María, turbada por la sorpresa, entendió todo desde el principio. Y, sin embargo, a diferencia de Zacarías, la falta de comprensión no produce desconfianza, sino entrega confiada al poder benéfico de Dios y disposición al servicio. Sí, Dios nos llama a todos, como llamó a María, a una vida fecunda, a cooperar en la obra de la salvación. No hace falta ser superhombres ni realizar acciones extraordinarias, basta, como aprendemos de María, confiar, acoger y servir.
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