miércoles, 28 de diciembre de 2016

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-35):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tú conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes ,fructificas , provees y sanas todo por tu Divina Providencia .

Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 29 DE DICIEMBRE :

Nuestro corazón se llena de alegría ante este pequeño en el que misteriosamente está presente, encarnado, el Amor inmenso de Dios. Con esa carita boba que a todos se nos queda ante un recién nacido, surge en nuestro corazón la misma pregunta que, seguro, su Madre se hizo una y otra vez: ¿qué será de este niño?, ¿cuál será vida?, ¿cómo hará para realizar la Salvación de Dios?, ¿será feliz?...

Y un nuevo personaje aparece para anticipar algunas respuestas. Seguro que a María le tuvo que dejar preocupada e inquieta: “… será como una bandera discutida… y a ti una espada te atravesará el alma”. ¿Qué le va a pasar a su hijo?, ¡pero si es el Hijo de Dios y nos trae la Salvación…! ¿Cuál será el camino que deba seguir para traer Luz y Vida a nuestras tinieblas? ¿Tendrá que sufrir, ser rechazado, morir para salvarnos? Un nudo se nos pone en la garganta, como se le tuvo que poner a ella. No podía entender las palabras de aquel anciano. Simeón acaba de anunciar loco de alegría que ese Niño será el Salvador para todos los pueblos, la Luz para el Mundo entero… ¿Entonces? Entre admirada, alegre y a la vez preocupada por su hijo, María no podía entender aún… Pero guardaba todas estas cosas en su corazón.
La confianza en el Amor y la Voluntad de Dios por encima de todo.

Con María, y como ella, contemplamos al Niño Dios: admirados, alegres, sin entender, confiando y guardando todo en el corazón. Nos quedamos en silencio ante ese Niño y ante su Madre… Nosotros sí que sabemos qué será de Él, cuál será su camino, por qué una espada llegará a atravesar el corazón de su Madre; pero también sabemos que tras su entrega por amor hasta el final la Vida triunfará, llenando todo de nueva Luz. Por eso Él sigue naciendo, viviendo con nosotros, entregando su vida por todos, resucitando y llenándonos de Luz, esperanza y alegría nuevas…
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