viernes, 30 de diciembre de 2016

Evangelio
Comienzo del santo evangelio según san Juan (1,1-18):

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor :

Te damos gracias Padre por permitirnos compartir tu Palabra ; derrama de tu gracia y de tu amor ; tú conoces todas y cada una de nuestras necesidades : espirituales y temporales .

Sabemos que en todos ellos : tú nos asistes , fructificas , provees y sanas todo por tu Divina providencia .

Te damos gracias Padre en el Nombre de tu Hijo amado , Nuestro Señor Jesucristo . Amén

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA 31 DE DICIEMBRE :

Y nuestros ojos se llenan de lágrimas. Quizás de dolor porque aún no le hemos recibido en esta Tierra y en esta Humanidad, porque aún hay tantos que no le han acogido, porque aún nos ocultamos tantas veces en la oscuridad. Pero, sobre todo, lágrimas de alegría, esperanza y consuelo porque nuestros ojos contemplan en medio de nuestra historia y nuestras oscuridades la presencia y la gloria del Salvador: “gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

Todo ha quedado traspasado de Luz. De su plenitud todos recibimos gracia tras gracia. Nos queda la tarea de abrir de par en par nuestro corazón y los corazones de todos a su Luz, su Gracia y su Verdad: por medio de Jesucristo la humanidad entera podrá llegar algún día a conocer al Padre y dejarse transformar y salvar por la fuerza de su Espíritu.

Amén. Que así sea.
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