viernes, 2 de diciembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO :
LIV. SI EL MONJE HA DE RECIBIR CARTAS O CUALQUIER OTRA COSA
1 Al monje no le está permitido de ninguna manera recibir, ni de sus padres, ni de
cualquier otra persona, ni de entre los monjes mismos, cartas, eulogias, ni otro obsequio
cualquiera, sin autorización del abad. 2 Y ni aunque sean sus padres quienes le envían
alguna cosa, se atreverá a recibirla sin haberlo puesto antes en conocimiento del abad.
Pero, aun cuando disponga que se acepte, podrá el abad entregarla a quien desee.
3 No
se contriste por ello el hermano a quien había sido dirigida, para no dejar resquicio el
diablo. 4 Y el que se atreviere a proceder de otro modo, sea sometido a sanción de regla.
LV. LA ROPA Y EL CALZADO DE LOS HERMANOS
1 Ha de darse a los hermanos la ropa que corresponda a las condiciones y al clima
del lugar en que viven, 2
pues en las regiones frías se necesita más que en las templadas.
3 Y es el abad quien ha de tenerlo presente.
4 Nosotros creemos que en los lugares templados les basta a los monjes con una
cogulla y una túnica para cada uno –
5
la cogulla lanosa en invierno, y delgada o gastada
en verano -, un escapulario para el trabajo, escarpines y zapatos para calzarse.
6 No hagan problema los monjes del color o de la tosquedad de ninguna prenda,
porque se adaptarán a lo que se encuentre en la región donde viven o a lo que pueda
comprarse más barato. 8
Pero el abad hará que lleven su ropa a la medida, que no sean
cortas sus vestimentas, sino ajustadas a quienes las usan.
9 Cuando reciban ropa nueva devolverán siempre la vieja, para guardarla en la
ropería y destinarla luego a los pobres.
10 Cada monje puede arreglarse, efectivamente,
con dos túnica y dos cogullas, para que pueda cambiarse por la noche y para poder
lavarlas.
11 Más de lo indicado sería superfluo y ha de suprimirse.
12 Hágase lo mismo
con los escarpines y con todo lo usado cuando reciban algo nuevo.
13 Los que van a salir de viaje recibirán calzones en la ropería y los devolverán, una
vez lavados, cuando regresen. 14 Tengan allí cogullas y túnicas un poco mejores que las
que se usan de ordinario para entregarlas a los que van de viaje y devuélvanse al
regreso. 15 Para las camas baste con una estera, una cubierta, una manta y una
almohada.
16 Pero los lechos deben ser inspeccionados con frecuencia por el abad, no sea que se
esconda en ellos alguna cosa como propia.
17 Y, si se encuentra a alguien algo que no
haya recibido del abad, será sometido a gravísimo castigo. 18 Por eso, para extirpar de
raíz este vicio de la propiedad, dará a cada monje lo que necesite; 19 o sea, cogulla,
túnica, escarpines, calzado, ceñidor, cuchillo, estilete, aguja, pañuelo y tablillas; y así se
elimina cualquier pretexto de necesidad.
20 Sin embargo, tenga siempre muy presente el abad aquella frase de los Hechos de
los Apóstoles: «Se distribuía según lo que necesitaba cada uno».
21 Por tanto, considere
también el abad la complexión más débil de los necesitados, pero no la mala voluntad
de los envidiosos.
22 Y en todas sus disposiciones piense en la retribución de Dios.
LVI. LA MESA DEL ABAD
1 Los huéspedes y extranjeros comerán siempre en la mesa del abad. 2
Pero, cuando
los huéspedes sean menos numerosos, está en su poder la facultad de llamar a los
hermanos que desee.
3 Mas deje siempre con los hermanos uno o dos ancianos que
mantengan la observancia.

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