jueves, 1 de diciembre de 2016

LA REGLA DE SAN BENITO :
LI. LOS HERMANOS QUE NO SALEN MUY LEJOS
1 El hermano que sale enviado para un encargo cualquiera y espera regresar el
mismo día al monasterio, que no se atreva a comer fuera, aunque le inviten con toda
insistencia,
2
a no ser que su abad se lo haya ordenado. 3 Y, si hiciere lo contrario, sea
excomulgado.
LII. EL ORATORIO DEL MONASTERIO
1 El oratorio será siempre lo que su mismo nombre significa y en él no se hará ni
guardará ninguna otra cosa.
2 Una vez terminada la obra de Dios, saldrán todos con gran
silencio, guardando a Dios la debida reverencia,
3
para que, si algún hermano desea,
quizá, orar privadamente, no se lo impida la importunidad de otro. 4 Y, si en otro
momento quiere orar secretamente, entre él solo y ore; no en voz alta, sino con lágrimas
y efusión del corazón. 5 Por consiguiente, al que no va a proceder de esta manera, no se
le permita quedarse en el oratorio cuando termina la obra de Dios, como hemos dicho,
para que no estorbe a los demás.
LIII. LA ACOGIDA DE LOS HUÉSPEDES
1 A todos los huéspedes que se presenten en el monasterio ha de acogérseles como a
Cristo, porque él lo dirá un día: «Era peregrino, y me hospedasteis».
2 A todos se les
tributará el mismo honor, «sobre todo a los hermanos en la fe» y a los extranjeros 3 Una
vez que ha sido anunciada la llegada de un huésped, irán a su encuentro el superior y los
hermanos con todas las delicadezas de la caridad. 4 Lo primero que harán es orar juntos,
y así darse mutuamente el abrazo de la paz.
5 Este ósculo de paz no debe darse sino
después de haber orado, para evitar los engaños diabólicos.
6 Hasta en la manera de saludarles deben mostrar la mayor humildad a los huéspedes
que acogen y a los que despidan; 7
con la cabeza inclinada, postrado el cuerpo en tierra,
adorarán en ellos a Cristo, a quien reciben. 8 Una vez acogidos los huéspedes, se les
llevará a orar, y después el superior o aquel a quien mandare se sentará con ellos.
9 Para
su edificación leerán ante el huésped la ley divina, y luego se le obsequiará con todos
los signos de la más humana hospitalidad. 10 El superior romperá el ayuno para agasajar
al huésped, a no ser que coincida con un día de ayuno mayor que no puede violarse; 11
pero los hermanos proseguirán guardando los ayunos de costumbre.
12 El abad dará
aguamanos a los huéspedes,
13
y tanto él como la comunidad entera lavarán los pies a
todos los huéspedes,
14 Al terminar de lavárselos, dirán este verso: «Hemos recibido,
¡oh Dios!, tu misericordia en medio de tu templo».
15 Pero, sobre todo, se les dará una acogida especial a los pobres y extranjeros,
colmándoles de atenciones, porque en ellos se recibe a Cristo de una manera particular;
pues el respeto que imponen los ricos, ya de suyo obliga a honrarles.
16 Haya una cocina distinta para el abad y los huéspedes, con el fin de que, cuando
lleguen los huéspedes, que nunca faltan en el monasterio y pueden presentarse a
cualquier hora, no perturben a los hermanos.
17 Cada año se encargarán de esa cocina
dos hermanos que cumplan bien ese oficio. 18 Y, cuando lo necesiten, se les
proporcionará ayudantes, para que presten sus servicios sin murmurar; pero, cuando
estén allí menos ocupados, saldrán a trabajar en lo que se les indique.
19 Y esta norma se
ha de seguir en estos y en todos los demás servicios del monasterio: 20 cuando necesiten
que se les ayude, se les dará ayudantes; pero, cuando estén libres, obedecerán en lo que
se les mande.
21 La hospedería se le confiará a un hermano cuya alma esté poseída por el temor de
Dios.
22 En ella debe haber suficientes camas preparadas. Y esté siempre administrada
la casa de Dios prudentemente por personas prudentes.
23 Quien no esté autorizado para ello no tendrá relación alguna con los huéspedes, ni
hablará con ellos.
24 Pero, si se encuentra con ellos o les ve, salúdeles con humildad,
como hemos dicho; pídales la bendición y siga su camino, diciéndoles que no le está
permitido hablar con los huéspedes.

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