martes, 30 de mayo de 2017

Evangelio de mañana
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. 
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA :

La fiesta de hoy tiene mucho de entrañable. La historia de dos mujeres que se encuentran y que se saben embarazadas de la vida que crece en ellas. Son dos y son cuatro. Son dos llenas de esperanza. Son dos convertidas en signos de esperanza para la humanidad. Porque cada vez que nace un niño nace la esperanza en nuestros corazones: la vida sigue, se renueva, renace. Es la alegría explosiva que brota en la familia al conocer la noticia. Es alegría para la madre, para el marido. Pero también para los abuelos.

Pero en este caso, en el encuentro entre María y su prima Isabel hay un plus de alegría. Las dos son conscientes de que es Dios mismo el que ha intervenido en la historia para hacer que brote la vida y la esperanza. Lo que va a hacer no son sólo dos niños. Con ellos se hará presente en nuestra historia algo radicalmente nuevo: la presencia viva y real del amor de Dios. Con ellos se va a cumplir la antigua promesa, la esperanza que venía de generación en generación anunciada. Aquella promesa que, de tan antigua, parecía que ya no se iba a cumplir nunca. Pues ya está aquí. Por eso la alegría no tiene límites.

Por eso, María entona ese cántico tan conocido que habla de liberación para los oprimidos, de esperanza para los hundidos y frustrados. María “ve”, desde su fe, que un nuevo mundo se está alumbrando, que la fuerza del mal no puede nada contra la fuerza, la ventolera, el huracán del amor de Dios. Por mucho que parezca que todo sigue igual, que son sólo dos mujeres felicitándose mutuamente, ellas saben y nosotros sabemos, que lo que sucede es algo mucho más trascendental. Y a nosotros también se nos llena el corazón de esperanza.

Por mucha injusticia y dolor y muerte y opresión que haya en nuestro mundo, aquí y ahora, Dios está con nosotros, Dios se ha vuelto del lado de los pobres y de los que sufren. Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. Dios llena a los hambrientos de bienes y despide vacíos a los ricos. Porque se ha acordado de su misericordia y no nos ha dejado solos.

Ya no hay excusa que valga. Salgamos a la calle, a la vida, a trabajar por la justicia, por el reino, por la fraternidad. Porque Dios está con nosotros.
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