jueves, 2 de marzo de 2017

REFLEXIONES PARA CADA DÍA DEL AÑO :
3 de MARZO
“El fruto del Espíritu es... gozo” (Gálatas 5:22).
El hombre no encuentra gozo verdadero hasta que encuentra al
Señor. Sólo entonces conoce lo que Pedro llama el: “gozo inefable y
glorioso” (1 P. 1:8).
Cuando las circunstancias son favorables cualquiera puede
regocijarse, pero el gozo que es fruto del Espíritu no depende de las
circunstancias terrenales. Brota de nuestra relación con el Señor y de las
promesas preciosas que nos ha dado. Habría que destronar a Cristo para
poder despojar a la iglesia de su gozo.
El gozo cristiano puede coexistir con el sufrimiento. Pablo los une
cuando habla de: “toda paciencia y longanimidad con gozo” (Col. 1:11-12).
Los santos de Tesalónica habían recibido la palabra “en medio de gran
tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1 Ts. 1:6). A través de los siglos
los santos sufrientes han testificado de cómo el Señor les ha dado cánticos
en la noche.
El gozo puede convivir con la tristeza. Un creyente puede estar ante
el sepulcro de un ser querido, dejar escapar algunas lágrimas de pesar por
la pérdida, y sin embargo regocijarse al saber que está en la presencia del
Señor. Pero el gozo no puede coexistir con el pecado. Cada vez que un
cristiano peca pierde su cántico. Y no es hasta que confiesa y abandona ese
pecado, que le es restaurado el gozo de la salvación.
El Señor Jesús decía a Sus discípulos que se regocijaran cuando
fueran injuriados, perseguidos y acusados falsamente (Mt. 5:11-12). ¡Y así
lo hicieron! No muchos años más tarde, leemos que salieron de la presencia
del Sanedrín: “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta
por causa del Nombre” (Hch. 5:41).
Nuestro gozo aumenta a medida que crecemos en el conocimiento
del Señor. Al principio, quizás, podemos regocijarnos en medio de
incomodidades pequeñas, enfermedades crónicas y molestias triviales.
Pero el Espíritu de Dios desea llevarnos al punto donde podemos ver a Dios
aun cuando las circunstancias sean peor que nunca y regocijarnos al saber
que Su camino es perfecto. Sabemos que hemos llegado a la madurez
espiritual cuando podemos decir con Habacuc: “Aunque la higuera no
florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los
labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y
no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor y me
gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab. 3:17-18).
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