jueves, 2 de marzo de 2017

LAS GLORIAS DE MARIA , SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO :

Capítulo II
MARÍA, NUESTRA VIDA Y DULZURA
Vida y dulzura

II :

II

5. María estará a nuestro lado si la invocamos
Animémonos también nosotros, aunque pecadores, y tengamos confianza
en que ella vendrá a asistirnos en la muerte y a consolarnos con su presencia si le
servimos con todo amor en lo que nos queda de vida. Hablando nuestra Reina a
santa Matilde, le prometió que vendría a asistir en la hora de la muerte a todos sus
devotos que fielmente le hubieran servido en vida. “A todos los que me han servido
piadosamente les quiero asistir en su muerte con toda fidelidad y como madre
piadosísima, y consolarlos y protegerlos”. ¡Oh Dios mío! ¡Qué sublime consuelo al
terminar la vida, cuando en breve se va a decidir la causa de nuestra eterna
salvación, ver a la Reina del cielo que nos asiste y nos consuela y nos ofrece su
protección!
Hay innumerables ejemplos de la asistencia de María a sus devotos. Este
favor lo recibieron santa Clara de Monteflaco, san Félix, capuchino; santa Teresa y
san Pedro de Alcántara. Y para más consuelo, citaré algún otro ejemplo. Refiere el
P. Crasset que santa María Oiginies vio a la santísima Virgen a la cabecera de una
devota viuda de Willembrock que sufría alta fiebre. La santísima Virgen la consolaba
y le mitigaba los ardores de la fiebre. Estando para morir san Juan de Dios,
esperaba la visita de María, de la que era tan gran devoto; pero no viéndola aún, se
sentía afligido y se le quejaba. Mas en el momento oportuno se le apareció la Madre
de Dios, y casi reprendiéndole de su poca confianza le dijo estas tiernas palabras
que deben animar a todos los devotos de María: “Juan, no es mi manera de
proceder abandonar a mis devotos en este trance”. Como si dijese: “Juan, hijo mío,
¿qué pensabas? ¿Qué yo te había abandonado? ¿No sabes que yo no puedo
abandonar a mis devotos en la hora de la muerte? No vine antes porque no era el
tiempo oportuno; ahora que lo es, aquí me tienes para llevarte. ¡Ven conmigo al
paraíso!” Poco después expiró el santo, entrando en el cielo para agradecer
eternamente a su amantísima Reina.
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