Mariana Villalba
Evangelización
viernes, 27 de abril de 2018
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,7-14):
«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra del Señor Queridos hermanos:
Seamos honestos: ¿qué vemos cuando vemos a Jesús? ¿De verdad descubrimos inmediatamente a Dios cuando miramos a Cristo? ¿No esperamos, en realidad, secretamente, que haya algo más de lo que vemos y tenemos, algo más que Cristo para llegar a Dios? ¿No nos parece poco el Evangelio? ¿No deberíamos abandonarnos al Espíritu, que es mayor que Cristo y más libre y más capaz de transformarnos?
Puede que Felipe no fuera versado en latines, pero tampoco era ingenuo. La suya es una de las peticiones más complejas y más profundas del Evangelio: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». ¿Es que acaso Felipe no comprendía a aquel por quien había dejado casa, tierra y heredad? ¿Acaso era completamente sordo a sus palabras, absolutamente ciego a sus obras? Quizá no fuera esto... Quizá pensara, inconscientemente, que un hombre es poca cosa para mostrarnos a Dios, por más que sea su Mesías. ¿Es tan descabellada esta inquietud? ¿Acaso no quedaría algo por decir acerca de Dios cuando Jesús murió? ¿No habría algo más allá, algo por descubrir? ¿Estamos condenados a vivir de palabras y obras tan limitadas y lejanas en el tiempo como las del Nazareno?
Después de veinte siglos de cristianismo, ya no nos es tan difícil comprender lo que les costaba entender a los judíos con quienes se encontraron Pablo y Bernabé: que el Evangelio de Jesús es para todos. Pero –al menos a mi juicio- la petición de Felipe sigue en pie: seguimos sospechando que Jesús no es todo el Evangelio. La vieja utopía de Joaquín de Fiore, que anunciaba la irrupción de una edad en que Cristo sería superado por el Espíritu, ¿no está en el fondo de muchas de nuestras quejas, de nuestros escepticismos, de nuestro anticlericalismo, de nuestra tibieza?
Si en Cristo lo tenemos todo, porque Él está en el Padre y el Padre en Él, ¿qué más necesitamos para vivir a fondo y dar a conocer su salvación? Nos llevará toda una vida entrar por la puerta que es Cristo, porque la fe requiere la paciencia y la mansedumbre de lo que se arraiga poco a poco. Ahora bien, si ya hemos conocido la puerta de Dios, ¿por qué andar tanteando la pared en busca de ventanas?
4. María acude pronto con su misericordia
Ya anunció el profeta Isaías que, con la gracia de la Redención de los
hombres, había de establecerse para todos ellos, un trono de divina misericordia.
“Su trono se ha de fundar sobre la misericordia” (Is 16, 5). ¿Cuál es este trono?,
pregunta san Buenaventura, y responde: Este trono es María, junto al cual, justos y
pecadores, encuentran el consuelo de su misericordia. Así como el Señor está lleno
de piedad, así también lo está nuestra Señora; y lo mismo que el Hijo, así también la
Madre no sabe negar su misericordia a quien la invoca. El abad Guérrico hace
hablar a Jesús de este modo dirigiéndose a su Madre: “Madre mía, en ti he colocado
el trono de mi imperio, pues por tu medio concederé todas las gracias que se me
pidan. Tú me has dado el ser hombre, y yo te doy el ser como Dios, o sea, todo el
poder para ayudar a salvar a los que quieras.
Un día en que santa Gertrudis rezaba con afecto de la Madre de Dios
aquella oración: Vuelve a nosotros estos tus ojos misericordiosos”, vio que la
Santísima Virgen le indicaba los ojos del Hijo que tenía en brazos, y le decía: “Estos
son los ojos misericordiosos que yo puedo inclinar para salvar a todos los que me
invocan”. Lloraba una vez un pecador ante una imagen de María, pidiéndole que le
obtuviera el perdón de Dios; y oyó que la Virgen, vuelta hacia el niño que tenía en
sus brazos le dijo: “¿Se perderán estas lágrimas, Hijo mío?” Y se le dio a entender
que Jesucristo le había perdonado.
Y ¿cómo podrá perderse jamás el que se encomienda a esta buena Madre,cuando el Hijo, que es Dios, ha prometido por su amor, y porque a él así le place,
tener misericordia con todos los que a ella se encomiendan? Esto le reveló el Señor
a santa Brígida, haciéndole oír estas palabras que le decía a María: “Por mi
omnipotencia, Madre venerada, te he concedido el perdón de todos los pecadores
que invocan con piedad tu auxilio, de la manera que a ti te agrade”. Considerando el
abad Adán de Perseigne, el gran poder que tiene María para con Dios, y su gran
piedad para con nosotros, desbordando confianza le dice: “¡Madre de misericordia,
tan grande es tu poder, como tu piedad! Tan piadosa eres para perdonar, como
poderosa para alcanzar perdón. ¿Cuándo se ha dado el caso de que no hayas
tenido compasión de los desdichados siendo la Madre de la misericordia? Y
¿cuándo se ha visto que no puedas ayudar, siendo la Madre del Todopoderoso?
Con la misma facilidad con que conoces nuestras miserias, las remedias cuando
quieres”. Alégrate –le dice el abad Ruperto– alégrate, excelsa Reina, de la gloria de
tu Hijo, y por compasión, no por nuestros méritos, danos de lo que te sobra a
nosotros tus humildes siervos e hijos.
Y si tal vez nuestros pecados nos hacen desconfiar, digámosle con
Guillermo de París: Señora, no presentes mis pecados en mi contra, porque yo les
opondré tu misericordia. Y jamás se diga que mis pecados pueden competir y
vencer a tu misericordia, que es más poderosa para obtenerme el perdón, que todos
mis pecados para condenarme.
martes, 26 de diciembre de 2017
REFLEXIONES PARA CADA DIA DEL AÑO
27 de DICIEMBRE
“Mi cuerpo que por vosotros es partido” (1 Corintios 11:24). Amy Carmichael apunta en su lista cuatro cosas quebradas que figuran en la Biblia y los resultados conseguidos por ellas: Cántaros quebrados (Jue. 7:18,19), y la luz brilló. Un vaso de alabastro quebrado (Mr. 14:3), y el perfume se esparció. Pan partido (Mt. 14:19), y la multitud fue alimentada. Un Cuerpo partido (1 Co. 11:24), y el mundo fue redimido. Es nuestro privilegio añadir un quinto a la lista: una voluntad quebrantada, y el resultado es una vida inundada de paz y realización. Muchos que han acudido a la Cruz para salvación nunca han ido allí buscando el quebrantamiento de su voluntad. Pueden tener una disposición gentil y apacible, nunca haber hablado más alto que un susurro, tener una apariencia externa de espiritualidad y sin embargo, tener una voluntad de acero que les impide alcanzar en la vida lo mejor de Dios. Algunas veces sucede con jóvenes que están enamorados y consideran la posibilidad del matrimonio. Los padres y amigos con juicio sabio y maduro que les conocen, pueden ver que nunca funcionará. Pero, la pareja testaruda rechaza cualquier consejo que no quiere oír. Las mismas voluntades intratables que les guían al altar matrimonial, les llevan poco más tarde ante el tribunal del divorcio. Lo hemos visto con cristianos que están determinados a entrar en cierto negocio cuando claramente no tienen la experiencia ni el conocimiento necesario para conducirlo. Contra el consejo de asociados conocedores, malgastan su propio dinero y a menudo el dinero prestado de amorosos amigos. Sucede lo inevitable. El negocio fracasa y entran los acreedores para llevárselo todo. No es extraño ver los efectos dañinos de una voluntad no quebrantada en el servicio cristiano. Lleva a un hombre y su familia al campo de misión sólo para repatriarlo en un año con gran coste para la iglesia que lo envió. Agota los fondos de los cristianos crédulos que financian un proyecto que fue idea del hombre, no de Dios, un proyecto que resulta ser contraproducente. Es una persona que se niega a trabajar cooperativamente con los demás generando contienda e infelicidad. Va a su aire. Todos necesitamos ser quebrantados, tomar toda nuestra obstinación, toda nuestra terquedad y llevarlas al pie de la Cruz. Esa voluntad de acero debe ser puesta sobre el altar del sacrificio. Todos hemos de decir con Amy Carmichael: Tú fuiste quebrantado, Señor, por mí, Sea yo quebrantado, Señor, por amor a ti.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,2-8):
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Palabra del Señor
San Juan apóstol y evangelista
Queridos hermanos:
“Lo que existía en el principio, lo que nosotros mismos hemos visto y oído (…) eso os anunciamos, para que vuestra alegría sea completa”. El anuncio del Evangelio no puede ser sino el anuncio de una inmensa alegría. Eso sí, no es una alegría forzada ni forzosa. No es esa alegría “por decreto” que parece que hay que manifestar, de manera especial, en las fiestas de Navidad. La alegría del Evangelio es una alegría diferente. Es una serena alegría que se funda en la experiencia de un encuentro con Jesucristo vivo. A veces, incluso permanece la alegría en medio de la prueba, la dificultad o las lágrimas.
No es una experiencia esotérica, reservada a los místicos o a los más listos o intuitivos, a aquellos que son capaces de captar las cosas mejor que los demás. Es la experiencia de un encuentro sencillo, por el que –misterio de la Fe- Dios se hace el encontradizo cuando uno lo busca, bendiciéndole con un maravilloso regalo, un tesoro que permanece para siempre. Es un regalo que aparece como experiencia de perdón, de misericordia, de amor inmerecido. Quien se encuentra con Jesucristo vivo, siente que su vida se siente acompañada, su soledad habitada, su enfermedad sanada, su corazón lleno. Es un Misterio, pero es así. Es el testimonio de los primeros testigos, como Juan evangelista. Eso es lo que anunciamos… “para que vuestra alegría sea completa”.
Que el Señor nos bendiga en este día con la gracia de ese encuentro. Dejémonos encontrar por Él. Entreguémonos a esa confianza. Él está ahí. Él es Dios-con-nosotros. Él nos acompaña y nos quiere bendecir con su alegría.
martes, 12 de diciembre de 2017
ORACIÓN
A LA VIRGEN DE GUADALUPE POR LA PATRIA
¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todos nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
SALVE REGINA :
Dios te salve reina y madre madre de misericordia vida dulzura y Esperanza nuestra Dios te salve a ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramosgimiendo y llorando en este Valle de Lágrimas ea pues señora abogada nuestra vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre . Oh clementísima . Oh piadosa oh Dulce Virgen María ruega por nosotros santa madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro señor Jesucristo amén
martes, 7 de noviembre de 2017
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»
Palabra del Señor
Hablar del Reino de Dios es hablar de salvación, de felicidad plena, de proyecto verdaderamente humano.
El Reino de Dios es comparado por Jesús con un banquete, y este banquete tiene resonancias eucarísticas (¡dichosos los invitados a la mesa del Señor!); y la Eucaristía “sabe” a cuerpo de Cristo, a servicio, a hermanos, a unidad y amor, y por lo tanto a COMUNIDAD. ¡Jesús proclama hoy la alegría que viene de la mano de todo esto: el Reino se hace presente cuando hacemos Eucaristía
La felicidad se alcanza cuando se edifica la Comunidad con el cimiento de la Palabra, cuando se comparte la vida, cuando cada uno pone al servicio de los demás el carisma que ha recibido de Dios, cuando se acoge al hermano sin murmurar, y mantenemos tenso el amor mutuo, cuando damos explicaciones de nuestra esperanza, cuando ofrecemos nuestra vida como sacrificio espiritual agradable a Dios a través de los hermanos, cuando servimos con la fuerza que Dios nos otorga...
Por eso mi primera invitación de hoy es a sentir la alegría de tener hermanos que caminan en la fe conmigo, con los que puedo compartir la Palabra, de los que recibo testimonios de Evangelio, que me corrigen y me estimulan a ser mejor, que frenan esta sociedad de consumo con su austeridad, su sobriedad y su compartir sus bienes, que pronuncian para mí Palabra de Dios, que cuentan con Dios en medio de sus afanes cotidianos...
Un hermano de comunidad siempre es un don de Dios. Cada hermano nuevo, y cada hermano que persevera a mi lado, aun en medio de todas sus dudas, dificultades e infidelidades... Yo mismo soy un don de Dios para mis hermanos. ¡Sí, yo, sacerdote! ¡Qué alegría y qué responsabilidad! Cada hermano de Comunidad está poniendo su vida, su proyecto de fe, su felicidad, su ser Cuerpo de Cristo, ¡en mis manos!, como si fuera un trozo de pan,
ORAR CON EL SALMO DE HOY: GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR
Del Salmo 33:
R/. Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su Nombre.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará. R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a Él.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor. R/.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.